Arequipa

Arequipa y su fidelidad a España tras la Independencia de 1821

20 de julio de 2016
Arequipa y su fidelidad a España  tras la Independencia de 1821
Por: Ronel Huayta H.
 
Después de la proclamación de la Independencia Nacional del 28 de julio de 1821 a cargo del generalísimo José de San Martín, el Perú no logró su libertad de España. Con las batallas de Junín y Ayacucho en 1824, la corriente libertadora liderada por Simón Bolívar derrotó a los españoles, y dejó atrás el colonialismo.
 
Luego de la batalla de Ayacucho en 1824, y la firma de la Capitulación refrendada por el virrey La Serna reconociendo su derrota, la Audiencia del Cusco de acuerdo con la oficialidad realista de esa ciudad, desconoció la Capitulación y designó virrey a Pío Tristán. Este hombre nacido en Arequipa, pertenecía a una de las grandes familias de alcurnia y terratenientes de esta ciudad, las cuales se oponían tenazmente a cualquier cambio de índole política.
 
Como en Arequipa, todavía existía una resistencia (por eso fue considerado el último bastión de la realeza), el libertador Bolívar decide enrumbar hacia la ciudad del Misti para hacer presencia y que se consolide el fin del Virreinato.
 
Su llegada se dio el 14 de mayo de 1825 (permaneció hasta el 10 de junio), a casi cuatros años después de que don José de San Martín declarara la Independencia del Perú. A lomo de su caballo, Bolívar ingresó a la ciudad por el puente Bolognesi, siendo recibido por una buena concurrencia que lo esperaba. Sin embargo, no todos estaban de acuerdo con la separación de España.
 
El historiador Guillermo Zegarra Meneses, escribió el libro “Arequipa, en el paso de la Colonia a la República. La visita de Bolívar”, donde cuenta que el obispo José Sebastián de Goyeneche y Barreda, había mandado a los demás párrocos a condenar la subversión contra la Colonia.
 
En un inicio, tras la llegada de Simón Bolívar, Goyeneche se negó a dar fidelidad al Perú independiente. Sus intereses estaban en juego. Entonces, consciente de lo que estaba sucediendo, el libertador decide conversar con el religioso.
 
Respecto al ingreso de Bolívar a la ciudad, Zegarra Meneses describe “las campanas se lanzaron al vuelo, las ventanas de las casas se encontraban adornadas con encajes y tapices. Al llegar al lugar donde se alojaría fue saludado por las autoridades del Cabildo, militares, vecinos notables y se realizó una breve ceremonia”, de la cual, el autor destaca el homenaje de dos niñas del Colegio de Educandas quienes pronunciaron un breve discurso y entregaron joyas y monedas para ser donadas como contribución al Ejército Libertador.
 
De esta escena, el autor rescata a través de un manuscrito citado, un recuento de las palabras pronunciadas por Bolívar “Hijas del Sol, ya sois tan libres como hermosas ¡Tenéis una patria iluminada por las armas del ejército Libertador, ¡Libres son vuestros padres y vuestros hermanos; libres serán vuestros esposos y libres daréis al mundo los hijos de vuestro amor!”.
 
José Rada y Gamio en su libro “El arzobispo Goyeneche y apuntes para la historia del Perú”, describió algunos aspectos que habrían tratado en el diálogo. Bolívar al oír la afirmación del hombre del hábito sobre su fidelidad a la corona, solicitó que entregue el cargo a otro sacerdote. El ofendido se defendió: “!Eso jamás! Mi báculo lo he recibido del Papa. No de vos ni del rey”.
 
En la reunión quedaron en que iban a colocar canónigos independistas en la iglesia arequipeña. Pero al no haberse cumplido plenamente, mandaron a expatriar al monseñor. La población evitó que esto ocurriese con el religioso que respetaban y querían.
 
El obispo de la ciudad tuvo que ceder. Aceptó la Independencia del Perú y obedecer a Simón Bolívar, supremo jefe político y militar del país. También reconoció la primera Constitución del Perú.
 
“Consecuentes al juramento que tenemos echo a nuestra independencia, conviene que imploremos las divinas misericordias sobre la Suprema Autoridad que nos gobierna para su prosperidad y acierto, al mismo tiempo que por la paz que nos es tan necesaria y porque tanto hemos suspirado”, dijo a su clero.
 
Al superar estos problemas, Goyeneche le ofrecería a Bolívar un banquete donde las autoridades comieron con servicios de oro y plata. En su visita el libertador fue agasajado por mucha gente e invitaron a meriendas y fiestas de la gente aristocrática de la Ciudad Blanca, donde los que lo aceptaban eran una mayoría.
 
Con el tiempo se fue a Lima, el obispo Goyeneche, convirtiéndose en 1860 en arzobispo. Seis años después, al iniciarse la guerra entre Perú contra España, sacaría cara por los connacionales a quienes solicitó unirse a la lucha por defender su patria.
 
Al morir en 1872, dejó 150 mil pesos para regalarle a Arequipa un hospital, que para la época fue moderno y que en la actualidad se cae a pedazos. Hoy una calle, estatuas y otros recintos llevan el nombre de Goyeneche, un obispo de Arequipa que cambió de discurso en algún momento para el beneficio de la población arequipeña.
 
LA VISIÓN DE ZEGARRA MENESES
 
En su obra “Arequipa en el Paso de la Colonia a la República. La Visita de Bolívar», Zegarra Meneses aborda por primera vez los aspectos locales que acontecieron durante la corta estadía del Libertador en esta ciudad. Para historiar la visita de Bolívar, organiza su contenido en tres partes: a) Arequipa en el paso de la Colonia, b) Arequipa y la Independencia, c) Bolívar en Arequipa.
 
En los inicios del período republicano, en 1821 se funda en la ciudad la denominada Academia Lauretana. Este es un centro superior de Ciencias y Artes dirigido por civiles. Según su carta constitutiva “La Academia estaba instituida para promover, por cuantos medios estén a su arbitrio y facultad, el adiestramiento de las ciencias y artes, en las provincias y de mejorar la educación científica, política y moral de la juventud”.
 
Precisa además Zegarra un aspecto que distingue a Arequipa de otras regiones del Perú y de Lima en especial. Este es una tendencia ideológica denominada “Fidelismo”. Con ella se explicitaba la adhesión pública a la corona española y al seguimiento cerrado a todas las directrices provenientes de los reyes de España.
 
Desde su fundación española y a lo largo de tres siglos, la ciudad estuvo habitaba por una población mayoritariamente de origen español, la cual se manifestaba y era reconocida como fiel seguidora de España, siendo una de las más leales al rey. Ello fue motivo para que en 1805 recibiera el título de Fidelísima por Cédula Real.
 
Consecuentemente, dada esta acentuada preferencia y acatamiento a las decisiones reales, el autor refiere asimismo que la ciudad “no fue teatro de ninguno de los movimientos libertarios, ni de ella tampoco surgió apoyo efectivo para los que estallaron en otras partes”.
 
Asimismo hace notar “el apoyo brindado a los realistas exteriorizado en todo momento y sostenido por su alta sociedad y elementos representativos”.
 
 
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