Arequipa

Despedida a Carpio Muñoz con sabor y olor a picantería

5 de marzo de 2019

“No defiendes lo que no conoces”, reza el dicho y el historiador Juan Guillermo Carpio Muñoz, era claro ejemplo de ello, y al defender las tradiciones arequipeñas, entre ellas la picantería, es que no solo las conocía muy bien, sino que era un asiduo asistente para degustar de sus platos preferidos, como el ají de calabaza, las patitas con maní, los sesos hervidos o la chochoca, además de la infaltable chicha de güiñapo.

Las integrantes de la Sociedad Picantera de Arequipa, a cuyas reuniones nunca dejaba de asistir, le quisieron rendir un homenaje a uno de sus integrantes más prestigiosos, así es que cada una de ellas, llevó a su velorio “jayaris” para invitar a los asistentes.

Había torrejitas de verduras, ubre arrebosada, pastel de papa, pequeños rocotos rellenos, entre otros, acompañados de llatan y para beber la chicha de güiñapo.

“Iba casi todos los días a la picantería, especialmente cuando le decíamos que teníamos que preparar un platillo que estábamos rescatando. Él era el primero en probarlo para dar su aprobación”, cuenta Zayda Villanueva de la picantería la Cau Cau.

“Siempre fui un comelón. Es probable que la enfermedad que ahora tengo sea culpa de mis excesos. Pero yo no comía tanto por alimentar mi cuerpo, sino para darme el gusto”, confesó en alguna oportunidad. En sus mejores tiempos, el chupe de camarones era su mayor tentación.

Lo raro es que se haya aficionado a la picantería, debido a que su padre Oscar Carpio, quien habría sido decisivo en cultivar el amor a los libros y la historia de Arequipa, era un boticario de la famosa botica El Pueblo, “detestaba estos lugares por ser antihigiénicos, llenos de moscas, además de cuyes que corrían entre los pies de los comensales”, pero fue su padrastro Humberto Núñez, quien lo llevó a estos lugares por primera vez y nunca más se alejó de ellos.

A pesar de la enfermedad que finalmente acabó con su vida, continuaba asistiendo a la picantería, la última vez para saborear su plato de chochoca, no hace más de un mes, siempre bromeando con sus propietarias. La picantería es como la catedral ennegrecida, la dueña es la sacerdotisa y sus ayudantes los monaguillos, decía.

“Nosotras estamos conscientes de lo que él quería, que la picantería no desaparezca y vamos a continuar el legado de nuestras madres y abuelas, porque nos enseñó a amar nuestro trabajo, nos enseñó el valor que ahora representa la picantería para nosotras y para la ciudad de Arequipa”, dijo una sentida Tatiana Villavicencio de La Nieves.

El féretro conteniendo los restos de uno de los principales defensores de las tradiciones arequipeñas llegó al Salón Consistorial de la Municipalidad Provincial de Arequipa al promediar las 11:30 horas, donde decenas de personas y familiares comenzaron a rendirle homenaje.

Estaban presentes sus hijos Gonzalo y Lucía, sus dos hermanas y su esposa Maygualida Pérez, quien lo acompañó los últimos años de la penosa enfermedad, entre otros familiares. Hoy continuarán los homenajes y está previsto que después de las 13 horas sea retirado para luego ser cremado en ceremonia íntima.

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