Arequipa

La eterna noche de Mercaderes

14 de enero de 2017
La eterna noche de Mercaderes

El bulevar es la vía más concurrida del Centro Histórico de Arequipa.

Entre los peatones se mezclan mendigos, artistas, músicos y comerciantes a lo largo de sus cuatro cuadras. 
 
Por: Lino Mamani A.
Una pareja de ancianos avanzan tenuemente por la alfombra de adoquín de la primera cuadra de Mercaderes, cobijados bajo un paraguas. Parece una escena típica de una película  norteamericana y digna de una postal. A unos pasos de ellos, dos muchachas salen de una cafetería con vasos de café en la mano, para mitigar el frío. La gente avanza en diferentes sentidos. Apurados. Lentos. Distraídos. Observando los negocios. Este día la garúa es tenue y caminan con soltura como retando al tiempo. 
Mercaderes es una de las vías más cosmopolitas de la Ciudad Blanca. Por sus cuatro cuadras adoquinadas caminan cientos de personas –y algunos canes como Scooby. Turistas y arequipeños, de diferentes condiciones sociales, gustos y tonos de piel, elijen recorrer por estas calles que les permite apreciar las construcciones de sillar.
“Si vos ves aquí se monta un espectáculo buena onda más tardecito”, dice Carlos Sambra, con característico acento. Entonces, el argentino de pelos con rastas toca una melodía con el saxofón en la primera cuadra del bulevar, mientras al estuche del instrumento caen las primeras monedas tiradas por los peatones.  “Pienso juntar dinero para mi bolsa y seguir subiendo”, acota.
Lleva una casaca con el rostro del Che Guevara, el líder que despertó en él, cuando aún era adolescente, el interés por emprender este viaje por Latinoamérica.  Su saxofón es la herramienta de trabajo que le da los boletos a su próxima aventura y el bulevar, por estos días, su lugar de tocadas, al menos hasta que los serenos de la municipalidad le pidan que se retire porque no está permitido. “¿Qué cosa la música? no, los comerciantes de la calle y afines”, relata y ríe.
En una de las casas de esta primera cuadra vivió Belisario Llosa y Rivero, poeta, abogado y escritor. Fue el bisabuelo del novelista Mario Vargas Llosa premio Nobel  de Literatura (2010). También quedó el estudio del afamado fotógrafo Max T. Vargas, detalla en su libro  “Calles, plazas y puentes de Arequipa”, el investigador Mario Rommel Arce.  Cerca de la esquina con San Francisco, quedaba el edificio de La Rinascente, donde comerciaban diversos artículos. Durante la rebelión de 1950, un francotirador desde arriba del local logró disuadir a un contingente militar que quiso emprender contra los protestantes. Ahora solo existen casinos, comidas rápidas, cafeterías, tiendas de zapatos, snacks y otros negocios concurridos. Afuera en cambio, también hay arte y mendigos.
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La única persona que corre por la segunda cuadra del bulevar es un señor delgado  y de sombrero que se aproxima a los depósitos de basura para reciclar los envases de bebidas.  Si no se apura otro puede quitarle el botín o lo que es peor, la compactadora municipal podría madrugarlo. Por eso pasa raudo frente al Teatro Municipal, uno de los recintos culturales imponentes de la ciudad y de hechos históricos.
En la manifestación contra la dictadura de Manuel Odría en 1955, los policías bombardearon con gases lacrimógenos el interior del teatro, provocando que los presentes se asfixien y queden heridos. Los líderes de las protestas eran Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio y Mario Polar Ugarteche, quienes se dirigían a las masas desde el local donde ahora funciona Interbank, según apuntes del periodista Luis Eduardo Podestá.
 
Pero esta historia seguramente la desconoce o poco le interesa a gran parte de la población que camina día y noche por sus cuadras. Como dos muchachos que conversan mientras avanzan concentrados en su celular. “Lo tengo”, dice uno y se detiene justo en la esquina con la calle Piérola contento por haber capturado un Pokémon. O como la señora que vende sus paraguas o los tipos que ofrecen lentes de sol, a pesar de que esté garuando.
Si Lima tiene el jirón de La Unión, Arequipa luce Mercaderes, una traza vial de más de 400 metros de longitud, que parte la ciudad en dos polos. Hacia arriba existe mayor orden y cuidado de parte de las autoridades. Hacia abajo es más populoso y alterado. Sin embargo, aquí confluyen todos.
Antes de convertirse es un bulevar, era una calle por donde transitaban los vehículos de forma desordenada. Fue el entonces alcalde, Simón Balbuena Marroquín, quien se atrevió a emprender este proyecto pensando en embellecer la ciudad y su monumentalidad, a pesar de que muchos comerciantes  salieron con los pies en alto y quisieron impedirlo. Argüían que era una locura que se peatonalice la vía porque eso implicaría pérdidas económicas que padecerían. Los resultados fueron contrarios, sus ventas subieron y terminaron dándole la razón al popular “Conejo” Balbuena. El ejemplo, sirvió para que la actual gestión también se anime a peatonalizar los alrededores de la Plaza de Armas de Arequipa.
 
Una melodía de José José se escucha en la tercera cuadra del bulevar. “Lo que un día fue no será”, canta un varón invidente a través de un micrófono y cuyas ondas retumban desde un parlante. Está frente a una conocida tienda por departamentos y de este modo trata de buscar alguna caridad.
Su nombre es Luis A.T. y es invidente. Una malformación en las córneas lo dejó así. Él no quiso mendigar en las calles, pero la  indiferencia le golpeó en el rostro. “Ya no vuelvas a buscarme”. Trabajaba como sereno en la comuna de Tiabaya, pero fue retirado. “No tengo nada que darte”. A la mayoría de las personas con discapacidad las colocan en “puestos de adornos” solamente para aparentar que cumplen con la ley de incluirlos. Ante la falta de estos apoyos muchos terminan donde no les corresponde: la calle. “De tu alpiste me cansé”.
Es cierto que en Mercaderes abunda la mendicidad. Personas con discapacidad cantan, tocan instrumentos por una propina. Hay adultos mayores que sentados en el piso levantan la mano para incitar a dar un diezmo. Otros, inclusive, son obligados al pordioseo por sus indolentes familiares. Tampoco faltan los que tratan de sorprender a los peatones, haciéndose pasar por enfermos, necesitados o van con sus latas pidiendo caridades  por los “niños abandonados”. 
Se dice que más de 50 mil transitan diariamente por estas vías que tienen mucha historia. Simón Bolívar vivió cerca de un mes en esta calle, durante la visita que concretó en 1825. El libertador se alojó en la casa de la familia Rivero, que quedaba en la cuadra tres.
Guillermo Zegarra Meneses escribió en su libro “Arequipa en el paso de la Colonia a la República” que Bolívar fue recibido con muchos honores, fue invitado a fiestas, aplaudido y en su estadía siempre era visitado por diferentes autoridades. 
La garúa empieza a atenuarse y ya es momento de partir. Los negocios cierran, pero los ambulantes empiezan a apoderarse de la calle. Por suerte uno puede toparse con un show  musical, de chistes, de pinturas en aerosol, bailes y otras expresiones artísticas en sus cuatro cuadras. Durante las 24 horas del día, Mercaderes es diferente, no faltará alguien que pase por aquí por cualquier motivo. Mercaderes invita a recaer, incluso bajo un paraguas.
 
 
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