Arequipa

La informalidad en el espacio público de la ciudad, ¿sentenció nuestra lucha contra la COVID-19?

22 de septiembre de 2020
Foto: Ambulantes Arequipa

Por: Lucas Z. Granda

           En las ciudades de América Latina se han acrecentado desigualdades sociales, teniendo su núcleo duro en la economía de cada país y en las jerarquías políticas. En las ciudades se ha favorecido el modelo horizontal, siendo en las áreas urbano-marginales donde se produce el aumento de carencias en infraestructura, las fallas en los servicios, el deterioro y abandono de los espacios públicos.

            En los “Centros Comerciales” son nuevos lugares considerados modernos, seguros, limpios y tranquilos, en contraste con el espacio público viejo, sucio, feo, contaminado y peligroso, donde los ciudadanos pasan de ser visitantes a consumidores. Intensificando la desigualdad que caracteriza a toda América Latina, propiciando las condiciones de informalidad, como un mecanismo de desfogue a la normalidad laboral que se agrupa a la formalidad.

            El arquitecto catalán Manuel de Sola-Morales manifestó que «el peligro máximo de nuestras ciudades no es la dispersión o congestión, sino la segregación», definida como la «consolidación de paquetes de funciones que tienden a cerrarse a sí mismos, creando espacios para ricos y pobres, zonas de oficina y zonas de vivienda», sectorizando, discriminando, provocando un constante conflicto social-urbano que lapida la democracia y la gobernabilidad de una ciudad.

            Así tenemos que: «En muchos casos, los residentes de un conjunto habitacional de diversos estratos socioeconómicos cierran sus calles y su área verde colectiva y exigen exclusividad de uso, con lo cual se limitan las posibilidades de promover acciones en las que se mezcle y maximice su uso», en la mayoría de estos casos los ciudadanos ocupan cargos de muy alta jerarquía política y económica, lo cual genera inequidad en la distribución de los espacios públicos, legitimado por un abuso de poder aplicado al sistema de justicia.

            Manuel Castells reflexiona sobre los nuevos conflictos contemporáneos urbanos: «Somos cada día más consciente de nuestra individualidad, pero al mismo tiempo creamos nuestras propias redes de relación que nos permitan seguir conectados y compartir intereses aunque estemos aislados socialmente». La reciprocidad como humanidad será perenne en el tiempo, pero las manifestaciones colectivas se están retrayendo y el liderazgo individual está progresando, parte de un fenómeno social citadino desigual que está pasando.

            ¿Qué pasó en Latinoamérica?, es que a consecuencia del fuerte proceso de urbanización en el continente por la industrialización de sustitución de importaciones, provocado por países como: Argentina, Brasil, Chile y México, se incorpora una gran cantidad de población al territorio urbano, demandando vivienda y servicios. Sentando un antecedente migratorio del campo a la ciudad, con una demanda soterrada de espacios públicos. Donde la demanda insatisfecha desfogará en la informalidad, abarcando diferentes ramas productivas, como: el transporte, el uso del espacio público, comercio, construcción, trabajo en el hogar, manufactura, etc.

            En la actualidad la mitad de la población mundial vive en ciudades; según las previsiones del programa Hábitat de la ONU, en el 2050 la tasa de urbanización en el mundo llegara a 65%. Las ciudades son territorios con gran riqueza y diversidad, el modo de vida urbano influye sobre la forma en que establecemos vínculos con nuestros semejantes y con el territorio.

            En los procesos históricos que ha vivido nuestra civilización se han formado y puesto en práctica diversos modelos de desarrollo (el feudalista, capitalista, socialista, libre mercado, la globalización, entre otros), estableciendo niveles de concentración de renta y de poder que generan pobreza y exclusión, contribuyendo a la depredación del ambiente, aceleran los procesos migratorios y de urbanización, la segregación social, espacial y la privatización del espacio público, avisando las desigualdades en los países en vías de desarrollo, recreando el modelo extractivo de recursos naturales.

            En esta primera parte se asoma la informalidad como pilar causal de la desigualdad en toda la región Latinoamericana, tomando como referencia el libro de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) “Desigualdad e Informalidad: Un Análisis de Cinco Experiencias Latinoamericanas” publicado en el 2015, siendo los editores Verónica Amarante y Rodrigo Arim.

            El comportamiento de la informalidad obedece a coyunturas como la pandemia del COVID-19 y sus particularidades: el autoempleo para sobrevivir, grupos etarios jóvenes sin acceso a oportunidades de encontrar un empleo formal y seguro,  cada grupo necesita un tipo de política específica, a menor grado de instrucción educativa se tienden a ser más informales. La informalidad es ajena a los derechos laborales y las reivindicaciones de seguridad social, asociándolo a la pobreza, precariedad y al crecimiento urbano. Es por ello que diferentes países en la región Latinoamericana han desarrollado algunos mecanismos de palear la informalidad.

            La igualdad de medios en la mejor distribución del ingreso es un buen comienzo para poder emparejar la cancha, estableciendo una línea de base en relación a las necesidades y demandas de la población, siendo ambas diferentes en su conformación. Entendiendo la igualdad, como mayor capacidades en las personas, en pleno ejercicio de la ciudadanía, en dignidad y reconocimiento reciproco de los actores.

            La informalidad, entendida como el trabajo no registrado. Y en América Latina alrededor del 55% de los asalariados no cuenta con cobertura de la seguridad social (CEPAL 2013). Ver el vínculo entre la desigualdad salarias y la informalidad ha merecido escasa atención.

            El proceso seria que los países con altos niveles de desigualdad, los beneficios de la informalidad son menores para los individuos más pobres, que no logran apropiarse de su productividad en el marco de los mercados laborales imperfectos. Tienen que existir incentivos. Y no restricciones al crédito.

            El Brasil, la economía más grande de la región, Chile la economía con más elevado PBI per cápita y reducción de la informalidad y el Ecuador es una clara tendencia descendente, es parte del panorama de lucha contra la informalidad, teniendo su mayor apogeo en el boom de las materias primas.

            En Argentina, la reducción del desempleo haría caer la informalidad laboral. Se parte de está proposición para poder determinar las iniciativas en el país,  teniendo en cuenta que la reducción de la participación en la informalidad de personas con primaria completa, contrastando con los cupos con las personas que tienen secundaria completa, visibilizando en un primer momento el problema en la estructura educativa del empleo agregado para competir en mercado laboral formal y seguro. Creciendo la reducción de la informalidad creció en paralelo con el nivel educativo de los asalariados. Empezando a sectorizar la informalidad por cada rama de actividad productiva.

            La informalidad laboral es un fenómeno multicausal, complejo y que exhibe una gran heterogeneidad interna. Siendo determinante el entorno económico, propiciando incrementos de productividad y rentabilidad de las empresas pequeñas generando condiciones para que estas se formalicen y comiencen a tributar impuestos. Empezando con la inspección laboral, asociada a la infracción de la normatividad, podrían estimular la regularización de la relación laboral por parte de los empleadores. Donde la fiscalización tiene que incorporar a la tecnología, con diseños más eficaces y eficientes para realizar las tareas. Incrementando por último el número de inspectores.

            En Brasil, por factores internos y externos, económicos, se expandió la mano de obra en general, empezando a caer el desempleo. Pero la proporción de los trabajadores no registrados es más alta en los grupos de edades extremas, es decir, trabajadores de 16 a 24 años y mayores de 45 años. Representando el 55.4% de los trabajadores informales en el 2012. Más del 50% no tienen primaria completa y tan solo el 5.4% tiene formación superior o terciaria. También el 75% de los trabajadores informales está en las zonas urbanas. Entonces la educación técnico-productiva cobra fuerza en la educación básica regular, para poder dotar a un buen sector de la población, que necesita a acceder a un mercado laboral formal.

            Se debe destacar el cambio de participación del Estado, tanto en su rol de supervisión y elaboración de leyes que regulan el mercado de trabajo como en lo que respecta a la generación de incentivos económicos que favorezcan la creación de empleos formales. Planificando y estableciendo metas de inspección laboral: promoción de empleos formales, inspecciones de las condiciones laborales, la fiscalización y los operativos inopinados, como una estrategia integral de combatir la informalidad en diferentes acciones coercitivas, promoción e involucramiento de población vulnerable.

            En cambio Chile, el país con una mayor inserción al mercado, conforme se incrementa el nivel educativo de las personas, con un sistema de pensiones tipo contributivo, de carácter obligatorio para todos los asalariados con financiamiento basado en la capitalización individual en la AFP. En el 2013 la seguridad social en Chile se ubica casi 20 puntos porcentuales por encima del promedio Latinoamericano, apreciando las mayores diferencias respecto a los niveles de formalidad según la categoría ocupacional, como por ejemplo el servicio doméstico. Siendo los trabajadores de las ramas de explotación de la minería, canteras, la electricidad, el agua y servicios sanitarios poseen altos niveles de formalidad (el 6.2% y el 7.9% no cotizan al sistema de pensiones, respectivamente), en las ramas de agricultura, silvicultura, caza, pesca y comercio la prevalencia de la informalidad es mayor al 40%.

            Se hicieron principales modificaciones en el 2008 tenían el propósito: el tránsito de los trabajadores a la formalidad, específicamente a los jóvenes; aumentar la participación en el sistema de pensiones, la información y la educación sobre sus beneficios; promover la equidad de género y la competencia entre las AFP. Para los trabajadores independientes se han enfocado en cotizar las pensiones, seguridad laboral y salud. Para que los jóvenes obtengan su licencia de enseñanza media (educación secundaria) antes de los 21 años; que pertenezcan a un grupo familiar del 40% más pobre de la población.

            En nuestra ciudad de Arequipa, con sus virtudes, aciertos, olas migratorias, racismo, orgullo, reformas y conservadurismo, también se imprime la informalidad, gestando la hipótesis científica por parte del Alcalde provincial de Arequipa en una entrevista con Enrique Zabala  “la informalidad ha sido un factor decisivo para no controlar la pandemia de la COVID-19”. Esa presunción cobra rigor, no solo por las actividades productivas no reguladas y muy presentes en el Centro Histórico de la ciudad, sino por el comportamiento cotidiano en cada uno y una de las ciudadanas, no respeta la distancia social, no utiliza protector facial en el transporte público y expone a las y los abuelos, asistiendo a reuniones de festejo.

            Es que ya teníamos problemas antes de la pandemia. Como la inseguridad ciudadana, 7 de 10 mujeres han sido víctimas de algún acoso sexual en el transporte público, las más recurrentes tocamientos indebidos 65%, 20% piropos y acosos verbales, 11% miradas incomodas, según el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) en el 2020. 

            Apelando a la terquedad del sur, seguimos repensando la informalidad, el mejor uso del espacio público y la incorporación de la movilidad urbana sostenible, en charlas que se tuvieron con Don José Lombardi y Jean Pierre en el proyecto “FUTURANDO AREQUIPA AL 2040” se consiguieron valiosos aportes, como: el derecho a la movilidad segura y de calidad; los factores de la informalidad obedecen a una demanda insatisfecha; la política social no agrupa negocios familiares en el fortalecimiento de capacidades, se tiene que rechazar las políticas asistenciales, eliminando capacidades productivas de la población, todo programa social tiene que tener una segunda etapa, tomando como ejemplo los comedores populares se tienen que generar en restaurantes populares, entre otras propuestas. Valiosos aportes de Pepe Lombardi.

            El enfoque que no debemos perder es “El Derecho a la Ciudad”, considerando a la ciudad como el espacio donde los ciudadanos y ciudadanas pueden ejercer libremente sus derechos, donde se puede disfrutar de las ventajas de la vida urbana: libertad, cohesión social, amparo de los derechos individuales, expresión pública, la construcción de identidades colectivas, democracia participativa, respetando y tolerando a las diversas culturas urbanas.

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