Arequipa

La mamá de los perritos

8 de mayo de 2016
La mamá de los perritos
Por: Lino Mamani A.
Amelie llegó a los brazos de Magdalena Chicata en un momento en que su situación emocional y salud estaban en quiebre. Era una cachorra peruana sin pelo, que según cuentan tiene propiedades medicinales para curar del reumatismo, como ocurrió con Magdalena. La mujer sonriente y de ojos achinados la tuvo consigo hasta que la can falleció. En su honor, el albergue que la dama forjó luego en Cerro Colorado se llama La casa de Amelie, un lugar donde dominan los canes sin dueño.
 
Al ingresar a la casa albergue, uno tiene la impresión de invadir un territorio canino. Los ambientes del hogar están rodeados de perros que tan solo ver a los extraños, empiezan a ladrar, mientras saltan, revolotean sobre su cola o se le cuelgan con sus patas delanteras como pidiendo afecto. Situación distante a la que realizaban en las calles, donde siempre estaban a la defensiva o pasaban indiferentes como ignorando a las personas.
 
Magdalena Chicata tiene 35 perros que le ladren. Un gesto que empezó en Puerto Maldonado en el año 2009, cuando se fue a esta región amazónica a ejercer su profesión de contadora para reconocidas empresas, pretendiendo empezar de nuevo, en busca de hallar la felicidad que en la Ciudad Blanca le fue esquiva, con el objetivo de salir del laberinto de dolor y de depresión, que solo una madre que pierde un hijo en el vientre lo sabe. 
 
Los psicólogos de la Fundación Axel Blumberg (Argentina) aseguran que no se puede superar la pérdida de un hijo ni suplir su ausencia. Será por eso que Magdalena no volvió a intentar procrear otro vástago. El temor la invade y junto a otros motivos dejó a su pareja.
 
Los especialistas agregan que se puede aprender a reorientar ese amor en otras personas o acciones como una terapia. La dama revirtió el amor trunco en los canes. Así sobrelleva su pasado. Así se convirtió en la “mamá de los perritos”.
 
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En su departamento de la ciudad oriental empezó a darle cobijo a los canes maltratados y en abandono, logrando tener 14 mascotas que tuvo que traerlos en el 2013 a su regreso a Arequipa, para recomponer su vida. Eran “sus hijos” y no los podía abandonar. Igual aquí continuó con su labor.
 
Así recogió a Justin, gracias a ella está curado de leptospirosis, quien ahora es el líder de la jauría y el que cada vez que observa a su ama acariciando a otro can gruñe de celos. También a Chavelita, una perrita que fue abandonada a su suerte en unos basurales, pero que ahora baila rancheras con sus tres patas. Luna es la guardiana del albergue. Duerme de día para vigilar de noche. Para Lucky, no hay altura de metro y medio que no pueda superar. El más juguetón es Rómulo, un San Bernardo recogido de los rieles del tren en Cerro Colorado y que lleva ese nombre porque al igual que cuenta la leyenda de los fundadores de Roma (Rómulo y Remo), fue amamantado por una madre sustituta. Sami lo alimentó. Kina no ladra y solo hace un sonido parecido a “!bububú, bububú!”. El meón es Gato, un perro que mueve la cabeza de lado a lado. Hace tres días mamá Gallina parió cuatro cachorros que llevan los genes de Pipo. 
 
Ganco es el que requiere mayor ayuda: tiene una pata trasera fracturada y recibe cada día una limpia con agua de miel y llantén que ya se acabó. Mamá Muñeca es la más antigua con sus más de 10 años. Luigui es el más dócil y el engreído por Magdalena porque sufre como ella: hace poco su madre murió víctima del distemper y quedó en la orfandad. Así. todos en la casa de Amelie tienen sus propias características, sus dramas y su particular cuidado que la contadora tuvo que dejar su trabajo por los horarios que no le permiten estar pendiente de “sus hijos”.
 
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Desde que se levanta, Magdalena Chicata debe limpiar los rastros de orines que dejan los canes en los diferentes ambientes de la vivienda que renta por 600 soles al mes. “Encontré esta casa de tanto buscar, nadie quería alquilarme un hogar, por mis perritos”, cuenta mientras remoja el trapeador y restriega el piso. Solo deja esta rutina para cocinar los caldos de menudencias y carnes para ellos o atender a alguno de sus inquilinos de cuatro patas. Dice no tener tiempo ni siquiera para pensar en ella misma. Mucho menos para buscar compañía, ni para razonar si se encuentra sola.
 
–¡Cómo voy a estar sola si ellos me acompañan y me alegran la vida! –declara mientras le pide permiso a Justin para abrazar a Luigui. 
 
Rómulo por su parte se cuelga del lavadero y el resto mira a su ama queriendo acercarse pero temerosos por la imponencia de Justin.
Sostener el albergue no fácil. Tiene que invertir más de 3 mil soles en alimentación, medicinas, veterinarios, pagos de alquileres y servicios (“porque la luz tiene que estar prendida hasta las 10 de la noche sino se ponen nerviosos y paran ladrando”). ¿Y cómo lo hace?
 
En las noches, cuando la jauría descansa, Magdalena tiene tiempo para adentrarse a la cocina a elaborar chocotejas, pasteles y dulces que luego vende en la calle. También hay gente que suele llevarle algo de alimento a sus canes y no faltan veterinarios que le hacen descuentos o no le cobran por las atenciones. El Facebook es una herramienta para solicitar donaciones e invitar a que la gente pueda adoptar a alguno de los denominados “amigos del hombre”. Pero no faltan quienes traten de desmerecer su labor.
 
Por los ladridos de las mascotas, algunos vecinos se incomodan. Hay quienes dicen que se come la donación de carne desconociendo que es vegana; hay los que afirman que lucra con ellos aun sabiendo que pueden solicitarlos gratuitamente. Inclusive, hay chicos que la comparan con la Loca de los gatos de la serie animada Los Simpson. Precisamente loca es la palabra que Magdalena suele escuchar como afrenta recurrente.
 
–Loca sería si hiciera estupideces; yo solo estoy haciendo una labor humana. Les doy una mejor calidad de vida a los perros que están en abandono, con mi propio sacrificio. Aquí los trato como mascotas, no encerrados en jaulas como en otros albergues –responde la dama de la jauría sin inmutarse.
 
Un terreno ubicado en el kilómetro 54 de la vía Arequipa – La Joya, es la esperanza de Magdalena. En esa propiedad pretende formalizar La casa de Amelie, donde una vez constituida formalmente su albergue, pueda buscar fondos de Organizaciones No Gubernamentales, que quieran compartir su interés por los canes. Pero para eso, el camino aún está largo. 
 
Magdalena, de porte menudo, tiene poco tiempo. Los canes no comieron y aguardan que salga al mercado a comprar todos los implementos para el caldo. Hoy será de pollo. Magdalena desesperada sale del inmueble y nuevamente se enfrenta a las miradas de la gente. Algunos la reconocen y la saludan, porque saben que es la “mamá de los perritos”.
 
DATO
* La casa de Amelie recibe cualquier tipo de ayuda económica en la Cuenta del BCP Nº 215-31406116-0-45, llamando al 949900215 o directamente en la calle Salaverry Nº 305 (A espaldas de Cerro Viejo) – Cerro Colorado.
 
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