Arequipa

Román, el hombre que no cree en la fortuna

2 de mayo de 2016
Román, el hombre que no cree en la fortuna

Miguel Román consiguió convertirse en congresista por Acción Popular, partido que lanzó la candidatura presidencial de Alfredo Barnechea.

Por Roy Cobarrubia
 
La suerte es un ordenamiento de sucesos, eventos fortuitos, destino. Miguel Román, elegido el pasado 10 de abril como congresista, dice no creer en esa palabra y nunca siquiera haberse acercado a la fortuna. Sin embargo la ha observado, la ha visto y de cerca, quizás y sin darse cuenta , en una chompa. Un elemento sencillo, de abrigo, una simple prenda que cambió la historia, las elecciones.
 
 «Cuando Barnechea vino la penúltima vez, olvidó su chompa en mi carro, porque yo lo trasladaba. Esa vez lo llevé a El Pedregal, cuando regresó a Lima no se dio cuenta que olvidó su chompa en mi carro. A los dos días me llamó y me preguntó por la prenda, me dijo que era muy especial, un amuleto de la buena suerte. Era una chompa azul. Debe haber sido muy especial porque cuando pasaron esos inconvenientes del chicharrón y del sombrero él no la tenía, estaba en mi poder». En fin, durante la campaña tuve esa prenda en mi carro, bien guardada, hasta que después se la entregué», contó.
 
Tal vez para los que creen que la suerte existe, ese simple suceso haya cambiado el curso de la historia, una segunda vuelta presidencial y el puesto como congresista a Román. «yo no tengo suerte, todo lo conseguí con esfuerzo», dice  cuando se le pregunta de la fortuna. 
 
Pero su vida se ha regido por eventos de buena ventura. Este hombre de  51 años de edad nació a las 08:00 de la mañana, de un día ocho, en el mes ocho del calendario del año. Un hecho que para la cultura asiática significa ventura, la suerte del cielo. Una creencia que llevó a China en el 2008 a llevar a cabo las Olimpiadas de Beijing, un día ocho a las ocho horas del día.
 
Sin embargo, este político no cree en cuestiones del destino y que todo está ya escrito. Cree que las cosas se cambian, se hacen. 
 
Era 1979, se encontraba en la sala de su casa, Cocachacra, cuando prendió el televisor marca Philips con la imagen en blanco y negro y conoció la fórmula para cambiar el país. En la pantalla un hombre le hablaba a miles, un político, que en una plaza  del Cuzco, con voz pausada y enérgica, otorgaba un discurso. 
 
«Recuerdo una parte en el que describía el lugar en donde se encontraba, hacía un símil de la plaza Hucaypata, con Grecia, la acrópolis y el Coliseo romano. Además me gustó su actitud, su forma de ser. De verdad que quedé encandilado, desde ahí inicié a sumergirme en política, soñé en conocer a Fernando Belaúnde», cuenta. 
 
En 1980 en un mitin de cierre de campaña de Belaúnde en la Plaza de Armas de Arequipa, un párvulo Román se haría campo entre la gente, caminaría hasta llegar a unos metros del podio y esperaría una hora para ver y escuchar a un personaje, que con solo un discurso le dijo: «El Perú se puede cambiar». 
 
Esa vez, Belaúnde ganó las elecciones y Román esperaría cinco años para inscribirse como partidario y luego lograr un nombre como presidente del comité de juventudes del partido político Acción Popular (AP). El chico tímido de la provincia de Islay, el que era torpe para el deporte había conseguido una forma de ejercitar sus fuerzas, su carácter.  Postuló a candidato a regidor, a congresista y después a alcalde. 
 
«En  1992 partícipe para regidor de la Municipalidad Provincial de Arequipa con Enrique Olazábal, este último postulaba a alcalde. Yo era el número dos para regidor y el uno era Don José Domingo Choquehuanca, el papá de Ana María, por eso la conozco a ella. Su padre era totalmente belaundista. Ella se ha ido al otro lado, muy al otro lado», expresa. 
 
En el verano del 1992, Román conoció a Belaunde. «Fue a Cocachacra, lo invitaron a veranear una semana en Mejía, y antes de ir bajó en la casa», cuenta. Ese encuentro sería una invitación por siempre. «Después empecé a visitarlo. Cada vez que yo iba a Lima lo visitaba, en su departamento de San Isidro. Le solía llevar chocolates de la Ibérica. Él solo le permitía a sus allegados visitarlo», recuerda. 
 
En 1995, postuló al Congreso mediante el distrito electoral único, con el número 44. El candidato a la presidencia era Raúl Diez Canseco.»Fue muy complicado ganar, la votación era nacional. Tenían más posibilidades los que ya eran más conocidos. Y a fines de ese mismo año, en noviembre postulé a la alcaldía de Cocachacra y ganamos», dice. 
 
 
Estuvo 16 años en la alcaldía. «Estuvo mucho tiempo, hasta que un Hitler lo derrocó». Le decimos. «Creo que la gente buscaba un cambio, además estaba el tema de Tía María. La cuestión se polarizó». Responde. «¿Cuál es su posición de Tía María?». «Yo estoy a favor del proyecto siempre y cuando no genere ningún impacto negativo en la gente o en la actividad agrícola». 
 
«¿Era necesario llegar a un conflicto?». «Para nada, esa fue mi mayor  preocupación, como alcalde mi posición siempre fue evitar  desenlaces trágicos, me moví por todo lado. A los ministros a los congresistas les decía:»no están las condiciones listas para que el proyecto salga adelante». Y nunca me hicieron caso».
 
 «¿Fue una cuestión de mala suerte, circunstancias?». «Fueron las torpezas del gobierno, de la empresa que no supo llegar a la gente. Y, si tú dejas espacios en blanco, los ocupan otros, gente con una actitud radical capaz de  sembrar temor, miedo en la gente. Yo quería buscar mecanismos para estudiar el proyecto, pero no se generó las condiciones para dialogar. Nunca tuvieron presente la licencia social». «Y ahora como congresista su posición, ¿cuál es?». «Hay algo que he dicho y me voy a mantener firme. Si el próximo gobierno no tiene la capacidad, la inteligencia para generar un diálogo que permita obtener la licencia social, yo no voy a permitir que se imponga el proyecto a la fuerza, de ninguna manera». 
 
Entre las principales propuestas de Román se encuentran: Impulsar y destrabar el proyecto de la represa Paltuture y la Petroquímica. 
A Román le dicen alcalde cuando camina por las calles de Mollendo. Lo conocen así. «Creo que por mucho tiempo como autoridad se me quedó el nombre», expresa. Durante la campaña, ha gastado un par de zapatillas y se ha ganado, además del puesto de congresista una denuncia de parte del municipio de Mollendo por pegar propaganda en un lugar no autorizado.
 
El día que le entrevistamos Román mientras me pasaba una foto de su infancia por teléfono leyó una frase de mi perfil de WathsApp: «He dejado de creer en la gente». Entonces, interrogó:»¿Por qué has dejado de creer en la gente?». Le dije que las personas mentían. Román respondió:» Como congresista te voy a mostrar que puedes confiar en otras personas». 
 
Román no cree en la suerte, dice que su destino lo forja. Sin embargo en su vida se han presentado acciones casuales que han marcado su vida. No se puede saber cómo será el futuro pero él asegura que es prometedor.
 
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