Arequipa

Sobrevivientes de la violencia

6 de junio de 2016
Sobrevivientes de la violencia

En los últimos siete años, 55 mujeres en Arequipa han visto de cerca la muerte a manos de sus parejas. A nivel nacional, 824 han pasado el mismo drama. Varias de ellas hoy se encuentran ocultas tratando de refugiarse de sus verdugos. Piden a aquellas que aún viven en la violencia denunciar su situación y alejarse de sus victimarios.

Por: Elizabeth Huanca U.
Fotos: Leonardo Cuito Ch.
 
Karina descubrió en el amor de su vida al ser más cruel y sádico. Se conocieron trabajando en una mina, a los dos años se casaron y cuando cumplieron seis años de convivencia él intento matarla frente a su hija de un año de vida. 
 
“Es que uno nunca termina de conocer a la pareja; él no era así, cuando empezamos a enamorar era cariñoso, fue él quien insistió en casarse, no sé en qué momento cambió”, cuenta mientras sostiene a su pequeña hija próxima a cumplir dos años de edad. 
 
Hoy se encuentra refugiada en uno de los tres albergues de la ciudad que protege a las mujeres víctimas de violencia física, psicológica y sexual que logran huir de sus agresores. 
 
La tragedia sucedió a finales de enero en El Pedregal. De aquel episodio a Karina le queda una huella clara en el rostro y una herida profunda en el alma que probablemente no se borre jamás. 
 
Tiene el tabique notablemente desviado. Su esposo se lo fracturó de un puñetazo el día que intentó matarla. Todo comenzó cuando ella descubrió que él le era infiel. Varios años antes de casarse con ella, Jerónimo, su cónyuge, tuvo dos hijos con otra pareja. El agresor había regresado con esta mujer y de forma paralela tenía una tercera relación. Cuando Karina descubrió la falta le reclamó y él respondió con golpes. Ella, como lo hacen el común de las mujeres que son agredidas, no se separó de él. Pensó que cambiaría, pero todo empeoró. 
 
Vivían en el distrito de Cayma y tenían parcelas en El Pedregal. Un día cuando fueron a visitar sus granjas a esa localidad, discutieron y él enfundó toda su brutalidad contra ella. La agarró a puñetes y patadas, la dejó inconsciente, luego le quitó la ropa ensangrentada y la botó fuera de la casa a las tres de la madrugada. “Quería matarme”, cuenta envuelta en llanto Karina.
 
Cuando amaneció y al ver que aún vivía, la agarró de los cabellos y la entró a uno de los cuartos de la casa y le echó un balde de agua fría. Todo frente a su pequeña hija que no paraba de llorar. Allí las encerró por alrededor de nueve días. “Me lanzaba comida por la ventana. Esperó hasta que los moretones desaparecieran, luego volvimos a Arequipa. Me dijo que si lo denunciaba esta vez sí me mataría”, confiesa Karina. Mientras cuenta su drama sus manos aún tiemblan. El amor se ha ido y queda solo terror.
 
¿Por qué no fue en ese momento? Le pregunto mientras conversamos en la habitación de su refugio. Allí llegó apenas hace cinco días, sufrió casi 4 meses de maltratos. “No tengo a nadie en Arequipa, no sabía a quién acudir”, dice la mujer. Karina es limeña y toda su familia vive allí. No quiso contarle su drama a su madre porque está enferma y temió que empeore al enterarse de su situación. Además está distanciada de ella. Su progenitora nunca aprobó que Karina y Jerónimo se casen. Nunca le tuvo confianza. Hoy, la mujer de 40 años sabe por qué.
 
MAYORÍA DE VÍCTIMAS NO DENUNCIAN
“Casi todas las mujeres que son víctimas no denuncian a sus victimarios con la excusa de no preocupar a su familia”, refiere Zoila Loayza, administradora del Hogar de María, uno de los albergues que recibe a las víctimas de la violencia. En lo que va del año, han refugiado a 82 mujeres con sus hijos que huyeron de esposos golpeadores. En este mes, solo tres mujeres y dos niños permanecen prácticamente ocultos en esta casa. En enero, hubo 32. En Arequipa hay otros establecimientos como Paz Perú y Casa de la Mujer, donde hay otro grupo de féminas protegidas. 
 
Todos cuidan a mujeres en riesgo de feminicidio, como el caso de Karina o abandono, otro tipo de violencia que tiene generalmente como protagonistas a infantes.
 
Loayza cuenta que en el 2015, albergaron a 323 mujeres violentadas, en 2014, ingresaron a este hogar 379 víctimas de la violencia derivadas de comisarías, juzgados de familia y centros de Emergencia Mujer. 
 
La encargada de este local que funciona hace 16 años en la ciudad, cuenta que el principal problema de una mujer agredida es la dependencia emocional de la mujer a la pareja, más que la económica. Y es que, el 100% sufre el “síndrome de la mujer golpeada”, una especie de incapacidad a tomar decisiones propias frente a cuadros de violencia. Este fue el caso de Karina. Ella no denunció su drama frente a las autoridades, fue una vecina que interpuso la demanda al oír los constantes gritos de la mujer. “La violencia es comparada con el alcoholismo, hay una dependencia insana”, afirma Loayza.
 
Otro caso no menos trágico es el de Giovanna. Tras varios años de golpes e insultos. Su marido, le dio de beber raticida para matarla. Al ver que no moría, tomó una cuerda e intentó ahorcarla, pero ella a diferencia de Karina, luchó contra su agresor y huyó con sus tres hijos con claras huellas del maltrato. Salvó su vida y denunció a su agresor, Giovanna también está refugiada. Su caso está judicializado. Su victimario ha sido denunciado por tentativa de feminicidio, pero increíblemente no está preso.
 
Verónica también huyó de la violencia de su pareja con la que vivió durante varios años en Hunter. Este la maltrató a tal punto que hoy atraviesa un cuadro siquiátrico grave. Debe ser medicada para salir de una profunda depresión y tiene un diagnóstico pendiente de esquizofrenia. Las autoridades han decidido resguardar su vida y la de su hija de 10 años de su verdugo, mientras la situación legal de su cónyuge se define.
 
De acuerdo a la encargada del Centro de Emergencia Mujer (CEM), Naida Torres, entre el 2009 y enero de este año, 55 mujeres han sufrido intento de asesinato por parte de los hombres que juraron amarlas por siempre. Cincuenta y siete, no han vivido para contar su historia. 
 
CAPACITAR PARA SALVAR
En los albergues para mujeres víctimas de la violencia se busca “recuperar” emocionalmente a las agredidas. Por ejemplo, en el Hogar de María, las mujeres pueden estar internadas hasta 6 meses. En ese lapso, reciben asesoría legal, terapias psicológicas y son adiestradas en habilidades como corte y confección para que puedan trabajar de forma independiente. Los hijos de las víctimas de la violencia, también son respaldados. Son cuidados en cunas y estudian en el albergue mientras sus madres se recuperan del maltrato. Lo que se quiere es romper las “cadenas generacionales” de violencia, dice Loayza. 
 
En el Hogar de María, además de empoderar a la mujer maltratada, también se cuida su integridad. Mientras no haya un dictamen legal y cuando la víctima deba salir a trabajar o hacer trámites es acompañada por técnicos que laboran en el hogar. “Muchas de estas mujeres son perseguidas y acosadas por sus exparejas, nosotros evitamos que ellos se acerquen para seguir lastimándolas”, agrega Loayza. 
 
La administradora recuerda un caso dramático de una de las albergadas. Su nombre era Susana, huyó de Puno junto a sus tres hijos por los maltratos de su esposo. Se ocultó literalmente en este hogar, mientras el agresor salía en los medios de comunicación denunciando su desaparición sin contar los motivos de esta. Cuando él supo dónde estaba, intentó sacarla por la fuerza. La vigilaba y amenazaba al personal. 
 
La administración del Hogar, por su parte, logró contactarse con la madre de Susana, una humilde mujer que vivía en la provincia de Castilla. Ella no dudó en llegar a Arequipa para apoyar a su hija. 
 
El Poder Judicial dispuso el alejamiento del agresor y Susana, que ya había logrado encontrar un trabajo y superar el trauma, se fue, su madre e hijos y hoy viven tranquilos en la provincia arequipeña. “Fue una historia bonita, pero no todas terminan así”, relata Zoila Loayza. La justicia muchas veces es esquiva para víctimas y en algunas ocasiones estas originan ello.
 
Naida Torres revela que el 50% de mujeres víctimas de violencia retiran las denuncias porque vuelven con sus parejas. Loayza ratifica este escenario. El año pasado del total de mujeres que refugiaron el 40% de víctimas reincidieron y retornaron con sus agresores.   
 
Karina asegura que ella no lo hará. Tampoco piensa buscar a su familia. Teme que no la reciban. Piensa salir adelante sola con su hija. En la víspera un juez ordenó que su esposo le pague una pensión de alimentos y se haga el reparto de bienes de forma equitativa. Todas las propiedades que tienen, la compraron en pareja. 
 
Karina asegura que el dinero no le importa. Ella teme por su vida y es que aparentemente su caso quedará impune. Como no denunció el intento de feminicidio cuando ocurrió, su caso solo se ventila como violencia psicológica. Ella teme que él la busque y esta vez sí acabe con su vida.
 
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