Arequipa

El Foro de Diógenes: El Yaraví Arequipeño

22 de abril de 2024
EL FORO DE DIÓGENES

Por: Dr. Fortunato Turpo Choquehuanca

Nuestros valores auténticos, nuestra creación popular, nuestras tradiciones y costumbres populares, frente a la avasalladora influencia de la música occidental, inauténtica y alienante para nuestra patria, corren el riesgo de perderse o, lentamente, se están extinguiendo ante la indiferencia, la paciencia y la bondad de nosotros mismos, que constituimos también como uno de los actores en este escenario de vida, en este tránsito del arte, el mundo maravilloso de nuestra vida espiritual.

El yaraví corre esta suerte ante el lamento del mismo arequipeño. Sin embargo, si nos sumergimos a esta tierra de Melgar en su profundidad y en su naturaleza viva como pueblo, encontramos que aún vibra caliente el folclor nativo y mestizo; todavía, estremece los nervios el canto del montonero y del loncco de las campiñas, que por suerte quedan algunas familias.

Para apreciarlo y vivir el arte y la cultura de un pueblo, no se necesita haber nacido allí, sino, el encontrarse e identificarse con su espíritu, con su autenticidad, ya que el arte, como anota Plejanov, “es uno de los medios de acercamiento espiritual entre los hombres”; es una actividad que produce belleza, es la más íntima alegría que el hombre se produce a sí mismo o al decir de André Richard, es el gozo más elevado que el hombre puede otorgarse a sí mismo. Esto nos parece en sus dos aspectos, ya como lamento o, como una alegría de vida interna y externa.

Esto es lo que sucede con el yaraví arequipeño desde los tiempos de la Colonia, en que, como consecuencia de los estragos del colonizador español, se forja una forma de sufrir, de llorar y de protestar, que más tarde Mariano Melgar Valdivieso le da plena actualidad, que ha alcanzado hasta nosotros. Pues, el antiguo yaraví, sea del Cusco, Ayacucho u otros lugares del Perú andino o, de otros escenarios como Santiago del Estero y Jujuy en la Argentina, Bolivia o Ecuador, aún conservan su esencia cósmica, su naturaleza viva que nos despierta los poros para hablar con nuestro pasado y sortear el futuro. El yaraví, no es sinónimo de lamento, como algunos quieren entender; muy por el contrario, es una forma de exteriorizar un sentimiento en sus múltiples formas; un sentimiento colectivo que recoge los más profundos quejidos y los más henchidos corazones ante la amada.

Y si observamos la pampa o la campiña, allí están las ondas vibrantes del sentir colectivo. O las crestas irisadas del Misti, Chachani y Pichu Pichu; también allí está el grito y el lamento del atardecer. Y si volteamos, un poco la mirada e imaginamos al chacarero junto a su asno, encontramos aún alguna picantería que trazó Vinatea Reynoso. Y entonces bebemos todavía, la chicha del mismo cántaro o, saboreamos la cazuela llena que nos espera. Y este es el yaraví, según nuestro concepto, el yaraví que cantaron muchos cultores a quienes los conocimos y cantan todavía muchos viejos como el dúo Los Calis de Yura, conformado por Alberto Valencia, Rubén Tinoco y Luis Medina, los Hermanos Delgado y con aquella generación de viejos cantores pasamos muchas noches de tormento y bohemia, entre poesía y canto, entre el yaraví y las guitarras. Y en eso, “El Canto del cisne” nos abraza locamente para cantar juntos.

DATO

Me permito transcribir estos párrafos sobre el yaraví arequipeño de mi libro “Arequipa. República independiente. Reflexiones sobre el orgullo arequipeño”, publicado por la Universidad Católica de Santa María el 2011, con motivo de sus Bodas de Oro. Libro totalmente agotado.

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