Arequipa

Un oficio que deja huellas en la memoria

18 de julio de 2022
Capturando recuerdos en la plaza.

HISTORIA DE VICENTE: SETENTA AÑOS DE FOTOS DESDE LA PLAZA DE ARMAS

Muchos fotógrafos son de la tercera edad y se mantienen ante el ascenso de las nuevas tecnologías.

Texto: Freddy Aguilar

Fotos: Víctor Tevez

La plaza de Armas es un espacio de historia y recuerdos. Personas locales y turistas se mezclan día a día y pasan momentos especiales que desean atesorar para siempre. Es por esta lucha contra la frágil memoria que aún subsiste el oficio del fotógrafo y cerca del Tuturutu, pileta del lugar, trajinan con sus máquinas de otros tiempos buscando el ángulo perfecto de los clientes.

En pleno sol de la mañana encontramos a Vicente, usando el uniforme que la municipalidad ofrece al sindicato de fotógrafos y canillitas. Su compostura ha sufrido el pasar de los años. No obstante, muchas personas lo escogen por su edad para apoyarlo. A quienes lo contratan, Vicente demuestra que aún tiene la energía y la habilidad de su juventud.

Una joven madre quiere una foto de ella junto a su hija. El precio de una sesión de tres fotos es de 10 soles, que incluye la ida y vuelta en trote de Vicente al laboratorio de la calle Bolognesi donde se las hacen revelar. No puede perder tiempo, porque siempre hay demanda los días de mucha luz como este. Así trabaja todos todas las semanas.

Desde 1952 trabaja como fotógrafo. Al inicio lo hacía en sus tiempos libres, pues laboraba en hospitales y cementerios. En aquél entonces las fotografías a blanco y negro costaban unos valiosos cincuenta céntimos. Las cámaras eran equipos que requerían de trípodes y el revelado necesitaba peligrosos químicos y podía durar días.

Gracias a las ganancias que obtenía por las fotos, ingresó al diario El Pueblo donde apoyó desde los años 70, cuando el director era Toribio Cuba. Recuerda esos tiempos con nostalgia, pues conoció muchas amistades y le trae a la memoria vivos recuerdos, como los tiempos del mundial de México 70 en el que participó nuestra selección.

Así conoció a famosos fotógrafos de la ciudad como “Miguelito” Zavala y Rudolf Sandoval. Recuerda las antiguas grescas que había entre fotógrafos y el serenazgo cuando aún la municipalidad no respetaba este oficio que ahora se considera tradicional. En aquellos tiempos se los veía como ambulantes que promovían el desorden del centro histórico.

Ahora los años han pasado, y el sindicato protege a los fotógrafos de la plaza. Hoy Vicente camina tranquilo, buscando a su cliente para entregarle los retratos que contarán parte de su historia, y de toda la ciudad. Se despide recordando que estuvo presente el día del temblor que derrumbó la catedral, y que seguirá trabajando hasta que las fuerzas soporten su cuerpo.

Así como Vicente, muchos de los fotógrafos del gremio son adultos mayores que luchan contra el avance de la tecnología que amenaza con quitarles empleo, pero que forman parte de la leyenda de esta plaza y esta ciudad en donde suceden tantas cosas día a día, que sólo el ojo mecánico e instruido puede captar y renombrar para siempre. O hasta que se desgaste la imagen. 

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