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¿QUIÉN FUE MARADONA?

29 de noviembre de 2020

Bielsa, Vargas Llosa, Giannina Maradona y Ernesto Cherquis Bialo nos ayudan a aproximarnos al titán del deporte más hermoso del mundo

Por Orlando Mazeyra Guillén

Un auténtico sabio del fútbol, como lo es Marcelo Bielsa, dijo sobre la desaparición de Diego Armando Maradona: «El ídolo, el mito, la leyenda, hace que un pueblo crea que lo que hace esa persona somos capaces de hacerlo todos, por eso la pérdida de un ídolo golpea tanto a los más excluidos e indefensos porque son los que más necesitan creer que es posible triunfar».

El niño de la misérrima Villa Fiorito que sueña con sacar de la pobreza a su familia haciendo lo que más ama: jugando a la pelota. Diego, el Pelusa, que terminó convirtiéndose en el máximo referente del fútbol mundial. 

¿Qué es Maradona? ¿O qué fue? Aunque cueste planteárselo en pretérito. Vargas Llosa en consonancia con lo afirmado por Bielsa, luego de verlo jugar en el Mundial de España 1982, dijo que se trataba de una de esas «deidades vivientes que los hombres crean para adorarse en ellas».

«Los pueblos necesitan héroes contemporáneos, seres a quienes endiosar. No hay país que escape a esta regla. Culta o inculta, rica o pobre, capitalista o socialista, toda sociedad siente esa urgencia irracional de entronizar ídolos de carne y hueso ante los cuales quemar incienso. Políticos, militares, estrellas de rock, deportistas, cocineros, «play-boys», grandes santos o feroces bandidos, han sido elevados a los altares de la popularidad y convertidos por culto colectivo en eso que los franceses llaman con buena imagen los monstruos sagrados. Pues bien, los futbolistas son las personas más inofensivas a quienes se puede conferir esta función idolátrica», dejó dicho Vargas Llosa sin prever en lo que se convertiría el 10 de la selección argentina, pues su reinado duró (y durará) más de lo previsto; y su amistad con Fidel Castro no se rompió nunca, pues Maradona equivocado o no lo admiraba a más no poder (extraña casualidad que ambos hayan fallecido el mismo día).

¿Quién soy yo para criticar a Maradona? Nadie. Calamaro decía lo obvio que Diego no era una persona cualquiera: «es un hombre pegado a una pelota de cuero, tiene el don de tratar muy bien al balón, es un guerrero». Sólo intento aproximarme a él a través de otros. El día de su último cumpleaños, su hija Giannina trató de explicarnos lo que significó para ella tenerlo como padre: «Disney y también neuropsiquiátricos. Tangos en vez de cuentos para dormir. Lo disfruté en cada etapa de mi vida, algunas veces más cerca que hoy pero menos lejos que mañana. Mi gran ejemplo de todo lo que sí y todo lo que no. A quien admiro, ayer hoy y siempre. Quien me enseñó a perdonar, a perdonarme. A perderme para volver a encontrarme y empezar de nuevo. Felices 60 al huracán que con 31 años me sigue llamando pompón. Mi escorpiano favorito, tan terco y real, el papá más auténtico del mundo que podía elegir para vivir esta vida. Es cierto que se ama hasta el final, que siempre se puede volver a empezar y que es mejor morir de pie que vivir de rodillas. Gracias por enseñarme tanto. Abrazo nuestros defectos y virtudes. Te celebro, te extraño y TE AMO para siempre».

Charly García, otra celebridad argentina, hace algunos meses le escribió una sentida carta a Maradona: «Querido amigo: yo pasé por internaciones en las que gasté dos o tres años de mi vida, en clínicas, escuchando a psicólogos que niegan a ‘gente diferente’. Es imposible que entiendan a ‘gente diferente’. Te doy un consejo: seguirlos es una absurda estupidez».

Para entender a Maradona habría que estar por un instante en su lugar. ¿Se puede? Hagamos al menos un intento. Creo que fue Fernando Ampuero quien pudo entrevistar en Cuba al premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez. Quería saber qué le faltaba al autor de “El amor en los tiempos del cólera”. Pues tenía el premio Nobel, poder y fama. Gabo le dijo: quisiera poder pararme en una esquina y que nadie me joda. 

Imaginémonos ahora cómo Maradona ha vivido la mayor parte de su existencia siendo esclavo de su fama. Nunca lo dejaron vivir tranquilo. Pero la fama también era una droga, una necesidad para el futbolista. En octubre celebrando el cumpleaños 60 de Maradona, Daniel Arcucci, uno de los periodistas que más sabe sobre el Pelusa y no de los hombres más cercanos a su intimidad (escribió junto a Ernesto Cherquis Bialo el libro “Yo soy el Diego”), contó que ambos pasearon juntos en Thun, un pueblo cercano a los Alpes suizos. Allí nadie lo asedió, ni le pidió una foto o un autógrafo. Sorprendidísimo Arcucci le dijo (o sugirió) que quizá sería un lugar magnífico para vivir en paz. Maradona repuso: estás loco, a los dos días me suicido.

Quizá la definición más precisa sobre quién es (¿fue?) Maradona la dio Ernesto Cherquis Bialo. Este reconocido periodista entendía que no había muchos hombres dentro de ese cuerpo: «Hay muchos. Hay ocho, nueve Maradonas. Hay un Maradona que jugó al fútbol, un Maradona que alcanzó la celebridad, hay un Maradona hijo que murió cuando murieron sus padres, hay un Maradona padre que se reinventa cada día, hay un Maradona amigo que va recambiando amistad, hay un Maradona efectivo y un Maradona sublime, un Maradona abyecto y un Maradona fenomenal, hay un Maradona de frases inolvidables y hay un Maradona cuyas frases mejor no recordar. Es la suma de todo eso en un solo hombre. Un genio, una maravilla. Fiorito y Dubai. Barro y 7 estrellas. Canillas de oro y letrina. Maradona es el producto de todo eso y además el mejor jugador de fútbol argentino y el mejor de todas las épocas».

Yo me quedaré para siempre con el Maradona sublime del segundo gol a los ingleses en México 1986, de su asistencia memorable a Caniggia para sacar del Mundial a Brasil en Italia 1990, de su portentoso grito de gol (qué digo gol, fue golazo) a los griegos en Estados Unidos 1994. Fue el último gol que marcó en una Copa del Mundo y fue, a la postre, el último Mundial que jugó. La FIFA le dio la estocada y nada volvió a ser igual. Ya lo he dicho alguna vez. Los que amamos el fútbol solemos contar nuestra vida de cuatro en cuatro, porque cada cuatro años llega un Mundial, ese mes y un poquito más de goce viendo jugar a los mejores del mundo. Yo, desde 1994, espero que vuelva Maradona. Hace diez años, en Sudáfrica, volvió como entrenador y uno soñaba con el título argentino. Alemania goleó a Argentina (con Messi en la cancha) y la mandó a casa. Luego vinieron Brasil y Rusia. Apenas nos conformábamos con verlo en las tribunas. No volverá y eso apena sobremanera. Descansa en paz, titán: no habrá otro futbolista como tú.   

 

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