Editorial

Editorial: La semana de Arequipa

Por diarioep / 12 de agosto 2019

Empezamos hoy la semana jubilar de Arequipa, aquella en la que se recuerda la fundación española de 1540 y el inicio de la vida de una tierra que se escogió entre las mejores del mundo y al pie de tres grandes volcanes que custodian su destino, y que alegraron el vivir bajo un cielo azul y un clima de maravilla.

Recordamos que alguna vez, en la lucha por las libertades democráticas, Arequipa detuvo su andar, hasta conseguir la caída de un gobierno autoritario para saludar la llegada de la Navidad, festejando el triunfo deseado por muchos peruanos de volver a vivir en democracia y restablecer el derecho del pueblo de elegir a un demócrata como gobernante.

Entonces no fue necesaria ninguna violencia por la unanimidad de quienes querían lo mismo y no solo por satisfacer un capricho de ciudad caudillo, sino de una mayoría de peruanos que se había cansado de los abusos de poder de quien derrocó a un arequipeño en el mando de la nación.

En esta semana y superando días difíciles y costosos para nuestra débil economía, estamos otra vez listos para ponernos de pie y comenzar a caminar por la senda del progreso y entendimiento, y hacer tiempo para saludar el día en que nacimos al amparo de la cruz y de la fe católica para dedicarnos a trabajar por el futuro de nuestros hijos y la grandeza de un país en el que tuvimos la dicha de nacer y vivir.

Invocamos la buena voluntad de todos para que estas fiestas sean fraternas y nos demos la mano en la difícil labor de avanzar con una sola mira y el objetivo común de recuperar tiempo perdido, y de hacer honor a la tradición de un pueblo que soportó terremotos y que siempre salió bien librado en la tarea de la reconstrucción y el abrazo generoso a quien tuvo el privilegio de venir a sumarse a sus afanes.

La semana de Arequipa que empieza hoy debe ser también de compromiso para con el futuro de esta tierra, y una reafirmación de las bondades de un mestizaje del que nos sentimos orgullosos porque nos redefinió que ser arequipeño es vivir en esta tierra y no solo de haber nacido en ella.

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