La vida de Pilar Lazo en el reciclaje
SU LABOR ES INDISPENSABLE, AUNQUE PRÁCTICAMENTE INVISIBLE
Hace 17 años sostiene su hogar con este oficio.
Por: Lesly Patricia Medina Quispe
El reloj acaba de marcar las 17:30 horas, y como cada tarde, en una esquina del distrito de San Borja, doña Pilar Lazo se dispone a iniciar su labor de recicladora para poder llevar el sustento a su familia. La protagonista de esta historia considera que las personas que se dedican a este oficio no son vistas con “buenos ojos”, sin embargo, la anima saber que con el reciclaje no sólo genera importantes ingresos económicos, sino que cuida el planeta.
Conforme pasan los minutos, esta exclusiva zona de Lima se torna más oscura y Pilar cada vez acelera más la labor empujando apresurada su herramienta de trabajo: un triciclo, que por supuesto no hace juego con los vehículos que por allí transitan.
Decidimos abordarla; y en el breve diálogo que entablamos con Pilar nos cuenta que al día debe recolectar 27 kilos, entre botellas de gaseosa y de yogurt, papel periódico, latas, cartones y otros para poder venderlos. “Son más de 9 horas que tengo que batallar con otros recicladores para alcanzar mi meta diaria y así generar ingresos”, manifiesta exhausta.
Por cada kilo de cartón le pagan 1 sol, el kilo de botellas a 2 soles y las latas a 0.50 céntimos el kilo. “Todo sin excepción vale para poder sobrevivir”, menciona.
DUROS MOMENTOS
Su compañero de vida, Ernesto, la acompaña regularmente. Así, recorren juntos San Borja, Surquillo, San Isidro, San Luis y Aviación, “de frente y sin mirar atrás a las fieras de este rubro”. Todo vale para el olfato entrenado de la pareja que ha visto en este oficio una forma digna de salir adelante junto a sus tres hijos, aunque en realidad, confiesan, el camino no es nada sencillo.
“Ser reciclador no es un oficio fácil, al menos en tiempos de pandemia. Llegamos a contagiarnos de COVID-19 mi esposo y yo, incluso mi cuñado falleció. Fue muy complicado porque nadie solventaba los gastos en casa y no había que comer. Felizmente gracias a los bonos que daba el Gobierno tuvimos una esperanza y con ello solventamos lo básico”, indica Pilar.
Ruegan a Dios porque cada día les vaya mejor. Son largas caminatas las que realizan buscando residuos que puedan aprovecharse para ganar dinero y así brindar vestido, comida y educación a sus niños; con la esperanza que más adelante sean profesionales y tengan un futuro mejor.
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