Columna

Viaje épico hacia el amor

28 de julio de 2021

Por: Adrián Manrique Rojas

La tarde se estrella tras las siluetas de los grandes árboles que desde algunos meses se han vuelto cómplices de un inesperado cariño que se le ha adherido como anillo al dedo, certero y cálido.

La espera, sentado en la banca del parque donde intercambiaron pareceres la primera vez que se vieron, y -aunque fue un inicio un tanto accidentado- esta banca – que ahora denominan suya – ha sido testigo de un proceso de conocimiento entre dos seres que coincidieron metafísicamente en determinado espacio de tiempo, dejando en tela de juicio el recurso de la casualidad.

El cómo sucedió, la verdad no podría explicarse a ciencia cierta. Él alargaba su confinamiento por cuidar a su madre, y se dedicaba a leer, escribir, armar barquitos y trabajar – esto último evidentemente en menor medida- y desde mucho tiempo antes de la pandemia, había relegado su vida sentimental, dedicando su tiempo a cuestiones más banales y sin un sentido significativo. Cuando la gran pesadilla que vivimos empezó, automáticamente sus relaciones personales – como las de muchos- se instalaron en un periodo de estancamiento – que en vista de la coyuntura- aceptó sin reclamo alguno. Los meses siguientes solo podrían ser descritos como “el largo periodo de autoconocimiento al que felizmente se vio impuesto”, y como a muchos, le sirvió para clarificar algunos aspectos de su vida que permanecían bajo una capa gris de desidia y desinterés.

Entonces cuando menos lo esperaba, decidió tentar un acercamiento para conocerla, y luego de constantes deliberaciones en su mente, ideó una manera poco usual y totalmente adaptada a nuestros tiempos para acercarse y que no profesaré en público -a menos que alguien esté interesado en ello-. Durante las semanas que el plan se ejecutó, constantemente se sintió proclive a caer en inseguridad, mas felizmente la naturalidad con la que lo encaró, le permitió continuar con él casi hasta la última instancia, pues cuando se acercaba a su final, ella haciendo gala de su capacidad para adelantarse a los hechos, le encaró. El resto es historia, escrita con tinta de cariño sobre papel de honestidad.

Él no es ningún erudito en la materia, de hecho, sospecha con total sinceridad que es un pelagatos que, haciendo caso a su intuición y locura, se ha aventurado por las aguas del cariño y enamoramiento, buscando llegar a un puerto que permanecido en su catalejo desde que esta peripecia comenzó.

El tiempo constantemente transforma a las personas, y es el mismo tiempo quien se encarga de presentar realidades, experiencias y situaciones que amoldan la vida que vivimos, incluso de manera inconsciente, por ello el proceso de adaptación a un nuevo estado puede ser difícil para algunos, y es aquí precisamente donde pueden aparecer dudas, temores del pasado y ansiedades del futuro de las cuales esta historia no ha estado exenta, pero que felizmente con ganas y sobre todo determinación, han podido ser soslayadas como aquel marinero diestro que sortea las bravuras del mar con suerte de principiante.

Los primeros brotes de oscuridad nocturna hacen su aparición, y a lo lejos por la calle, detecta sus rizos, moviéndose al compás de su andar ágil, una sonrisa se dibuja en su rostro mientras piensa que todos deben alguna vez ser vistos con los ojos con los que la ve, y que todos deben alguna vez sentirse queridos como él se siente. Independientemente de las épocas, los momentos y las desavenencias que la vida nos presente, nunca debemos dejar de intentar navegar por las desconocidas mareas del afecto y el cariño, pues uno nunca sabe cuándo puede llegar a encallar en las arenas de tierra que quizá sea la prometida, logrando quedarse en ese puerto del que nunca más se quiera salir.

La noche se presenta de lleno, y después de un breve saludo, toma su mano para enrumbar a una nueva aventura juntos, y de reojo se vuelve hacia su banca imaginándose sentados en ella, irradiando eso que han formado juntos, eso que es tan suyo y que el calor de su palma le permite palpar con la felicidad de aquel que se siente afortunado y venturoso por la compañía que el sumo creador ha puesto a su lado para realizar este viaje épico hacia el amor.

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