Columna

Iré a tu fiesta, así muera en el intento (I)

15 de octubre de 2020
Foto: Bojack Horseman

Por: Adrián Manrique Rojas

Gabriel se encuentra desesperado. A sus diecinueve años siente que el coronavirus y sus padres le están robando los mejores momentos de su vida. Antes de la pandemia, estaba acostumbrado a pasar noches de farra en compañía de sus amigos de la universidad, las cuales terminaban casi siempre al amanecer con filas de botellas vacías, vómitos y muchachos alcoholizados al ritmo del reggaetón y trap de moda.

En casa, sus padres estaban a punto de claudicar ante su desbaratada vida nocturna y el incontenible deseo de diversión que profesaba; entonces la repentina llegada del virus fungió las veces de barrera ante su “peculiar estilo de vida”.

Los primeros meses fueron de relativa calma. Las salidas se cancelaron y Gabriel pasaba todo el día en casa -como casi todos-, ocupado en las clases virtuales, pero con el reinicio de actividades y el consecuente levantamiento del confinamiento, su instinto de diversión se apoderó nuevamente de él, y lo instó a salir con excusas absurdas. Las primeras veces volvió tarde, pero sin signos de haber bebido. Su padre -diabético e hipertenso- a pesar de la preocupación y temor que sentía, le permitía estas salidas para darle “un respiro”.

Así, poco a poco las salidas “tranquilas” se fueron incrementando hasta ser casi diarias.

El problema se inició cuando Gabriel llegó cierto día totalmente alcoholizado, y mucho después del horario de inmovilización social. Su padre, asustado, le pidió que haga una cuarentena consciente en casa para prevenir un contagio familiar, no sin antes reprenderlo por su irresponsabilidad y falta de empatía, de una tibia manera para no maltratarlo. El asunto, doce días después, parecía zanjado, pero no fue así.

Gabriel de manera vehemente, decidió escapar de casa por las noches para reunirse con sus amigos en un departamento cercano a la universidad donde libaba alcohol y consumía sustancias ilícitas, además de estar acompañado de voluptuosas señoritas con las que presumiblemente mantendría relaciones sexuales comunitarias. Esto pudo ser corroborado por su propio padre luego de seguirlo, en un intento desesperado por moderar las conductas de su hijo.

Casi desbordado, Raúl -su padre- le pidió que por amor a él deje de salir. Procuró llegarle al corazón, tocarle una pequeña fibra de sentimiento, apelando de una manera ridícula y desesperada a las lágrimas y a la retórica que creía poseer; y casi rogándole le dijo:

-Deja de salir hijo, me vas a matar.

Gabriel en un aparente ataque de racionalidad -pero sin voluntad de causa- prometió dejar de salir por amor y respeto a su padre.

Las semanas pasaron, y Gabriel cumplió su compromiso. Era un gran cambio, casi un milagro hecho por su santo favorito según su madre, mientras que su padre simplemente pensaba que era producto de su voz de mando reconstituida después de haber sido tantas veces fracturada.

Pero la verdad era que Gabriel estaba imposibilitado de ir a las reuniones habituales en el departamento, pues había sostenido una acalorada discusión con una de sus “libertinas” e improvisadas amigas, la cual terminó con una intervención policial de la que afortunadamente pudo zafar.

Hasta que le llegó un bendito mensaje de Pablo, su mejor amigo:

-Le dio coronavirus a mi viejo, ha viajado con mi familia al campo para recuperarse, tengo la casa sola. Fiesta el viernes a las diez. Hay nuevas, ¿vienes?

Alborotado y ansioso Gabriel respondió:

-Iré a tu fiesta, así muera en el intento.

Un renovado entusiasmo se apoderó de su ser, originando preparativos en su cabeza para el viernes, intranquilo por conocer a las “nuevas” y meterse un “buen” coctel de drogas lícitas  e ilícitas para bajarse el estrés de los exámenes finales, y la reclusión “abusiva” que vivía en su hogar.

La diatriba ahora era: ¿Cómo escabullirse de casa sin levantar sospechas y sin volver a parecer el irresponsable de siempre, aunque lo siguiera siendo?

Dos noches le separaban de la fiesta, tiempo más que suficiente para planificar la fuga perfecta.

El juego se había iniciado.

Continuará…

Exceso de exposición a la tecnología podría ser consecuencia de adicciones en la pandemia

Compartir


Noticias Relacionadas

Leer comentarios