Columna

Javier Heraud

14 de mayo de 2021

Por: Héctor Gamero Torres

La patria no la crearon las balas, ni los uniformes; ésta se construyó con los músculos de los trabajadores, el pensamiento de los intelectuales y el sentimiento de los poetas.

Un quince de mayo de 1963 la fuerza brutal y ciega de las fuerzas amadas, derribó su cuerpo frágil, pero irónicamente consistente por el vigor de sus ideales y convicciones. La predicción poética, gracia de algunos seres nobles se había cumplido. Congruente con la vehemencia propia de su edad y consecuente a su filiación política, Javier Heraud de 23 años exhalaba por última vez en medio de pájaros, árboles y el incesante discurrir de las aguas del rio de Madre de Dios. De ésta forma moría el vate que en uno de sus poemas dijera que no le tenía miedo a la muerte.

La dinámica presencia de Heraud fue detenida violentamente por el impacto mortífero de los proyectiles castrenses, proveniente de una de las riberas, en momentos que pretendían cruzar el rio. La blanca camisa, símbolo de pureza teñida de sangre, cubría el tierno cuerpo del malogrado poeta, pero al mismo tiempo se erguía flameante el mensaje de la transformación social; su cadáver se tornó en vivo estandarte de la revolución. Las balas derribaron el cuerpo pero incorporaron los ideales. El móvil de la vida, de la entrega, del sacrificio, se encontraba presente con más intensidad que nunca. Contradictoriamente la muerte de Javier Heraud, había dejado flotando en el medio, el mensaje imperecedero de continuidad de la revolución. Su muerte constituye un hito, un derrotero que ineludiblemente la historia debe estudiar. Se segaba una vida pero en cambio se difundía y enfatizaba el ideal: La construcción del socialismo en el Perú.

Estando aún con vida Javier Heraud, con profundo sentido poético, social y especialmente político se dirige al autor de los disparos con la siguiente frase: Soldado con tu bayoneta, recoge mi camisa y hazla tu bandera. La agonía no fue óbice para soslayar, ni mucho menos retractarse de sus convicciones políticas. Por encima de su inquietud literaria, prevalecía su militancia izquierdista. Su creación poética se nutría de su concepción materialista. Sus poemas son testimonio de una vida consagrada a la forja de un Perú, más justo y más humano.

Javier Heraud, nació en 1942. Fue un alumno muy destacado. A los 16 años, ingresa con el primer puesto a la Facultad de Letras de la Universidad Católica. En 1960 publica su primer libro El Rio, ese mismo año gana el concurso «El poeta joven en el Perú » con la obra “El viaje”. En 1961 se matriculó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Viaja a Moscú al Fórum Mundial de la Juventud estuvo también en París y en Cuba.

En 1963 regresa al Perú integrando el FLN. Sus viajes, sus intervenciones en eventos internacionales, su transparencia en su obrar y en su sentir, nos presagian las bondades y beneficios del socialismo para las clases desposeídas. Hoy por hoy la vida y obra de Javier Heraud, constituyen un ejemplo que la juventud vanguardia del dinamismo social debe de emular.

La persistencia de los problemas socio- económicos demandan una acción más enérgica y decidida de parte de la juventud y del pueblo peruano en su conjunto. Su nombre nos sugiere la idea de heroicidad de valentía; análogamente en sus versos encontramos el carácter épico que animó su afición a las letras. Sus rasgos claros precisos, su lenguaje rotundo nos revela con nitidez su formación doctrinaria.

El infausto deceso de Heraud suscitó el comentario de escritores, artistas y políticos entre ellos el del novelista Mario Vargas Llosa, quien escribiera en Paris el 19 de mayo la siguiente nota: «Que Javier Heraud, decidiera empuñar las armas y hacerse guerrillero sólo significa que el Perú ha llegado a una situación límite.

Cuando alguien como Javier Heraud, estima que ha llegado la hora de tomar el fusil, para mí no hay duda posible, sus gestos muestran mejor que cualquier argumento que hemos llegado a lo que Miguel Hernández otro poeta, llamaba El apogeo del horror que son inútiles la persuasión y el diálogo», enfatizó Vargas Llosa. Al contemplar el panorama político actual proferimos la siguiente frase; La vaca no se acuerda cuando fue ternera.

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