Columna

Ucrania: ¿Nueva paz o nueva guerra?

23 de febrero de 2022
Por: Francisco Diez Canseco T.
Francisco Diez Canseco Távara.

Por: Francisco Diez Canseco T.

A propósito de la crisis desatada por el autócrata ruso Vladímir Putin en su intento de continuar la conquista de Ucrania, el filósofo israelí Yuval Noah Harari señala, en un agudo análisis, que lo que está en juego en ese conflicto es, en verdad, el curso que seguirá la historia de la humanidad.
Harari sostiene, acertadamente, que uno de los grandes logros de la humanidad ha sido, desde la II Guerra Mundial, la “declinación de la guerra”, señalando que “las armas nucleares han convertido la guerra entre superpotencias en un acto de suicida locura colectiva, obligando a las naciones más poderosas del mundo a encontrar métodos menos violentos para resolver los conflictos”, razón por la cual no ha habido guerras directas entre las superpotencias en las últimas siete décadas aunque se haya acrecentado el terrorismo y persistan los conflictos de baja intensidad.
La amenaza de desviación de esta tendencia, a la que Harari llama “la nueva paz”, proviene de autócratas como Putin que, en el marco de un retrógrado nacionalismo y de una vocación imperialista sustentada en la supuesta defensa de Rusia, invadió Georgia y Moldavia, se apoderó de Crimea -región ucraniana- en el 2014, así como de otra zona llamada Bosdan y, en el curso de todas estas “conquistas”, violó impunemente todos los acuerdos que enmarcaban su relación con dichos países, incluyendo su afirmación de que Ucrania no es un país soberano.
La doctrina Putin congrega letales preceptos de un pensamiento antidemocrático y totalitario que ha conducido a la aparición en Rusia de una nueva, corrupta y multimillonaria oligarquía dependiente en forma casi total del dictador. Claro, en Rusia nunca ha habido una democracia real, es un país cuyos habitantes han sido gobernados por zares y autócratas.
El dilema de Occidente es frenar al autócrata y no caer en la trampa por la cual el premier británico Chamberlain, con total miopía, le entregó los sudestes a Hitler alimentando su vocación genocida y totalitaria y desatando la II Guerra Mundial.

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