Arequipa

Racismo Político, verdugo del desarrollo

17 de enero de 2022
Bachiller en Ciencia Política y Gobierno por la Universidad Católica Santa María.

Aquí un análisis completo sobre el tema.

Por: Rodrigo Ojeda Gómez

Bachiller en Ciencia Política y Gobierno por la Universidad Católica Santa María.

I PARTE

Actualmente el proceso democrático por el que Perú está pasando, es un escenario conflictivo desde muchos puntos de vista.

Véase el entorno económico, social y político, la brecha en la relación de estos factores nunca fue tan grande.

Económicamente hablando, el Perú tuvo un incremento resaltante en casi tres décadas, llegando a crecer un 4,8% anualmente (1993-2019), teniendo en consideración la situación que el país pasaba en ese momento, es bastante considerable.

Con una hiperinflación a más del 1.000% y la desvalorización del Inti, el terreno del crecimiento económico era bastante sinuoso.

Posicionándonos en las dos últimas décadas, el Estado Peruano, supo mantener la dinámica económica, generando el mayor desarrollo y sostenibilidad en toda América Latina; pero la llegada de la pandemia causada por la COVID-19, puso un alto al manejo estructurado de la economía peruana.

Háblese del aspecto económico, el incremento de este generó que las clases sociales fueran permutando (porcentualmente hablando), de clase baja a clase media y de extrema pobreza a pobreza.

Hasta el 2019 (Según el IPE) más del 41.5% de la población nacional estaba considerada en la clase media, pero estos datos solo fueron y son parte del trasfondo que en verdad comprende la situación actual.

¿Y POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE HABLAR DE LA ECONOMÍA DEL PAÍS?

Como bien se conoce, el Perú históricamente pasó por hechos que tergiversaron el desarrollo político y social; ya que la toma de decisiones por parte de los hacedores de la política, estuvo plagada de constantes conflictos en los escenarios diversos.

La historia de la economía, juega un rol muy importante en la comprensión del conflicto actual y el análisis del presente.

A finales de 1962 e inicios de 1968, el entorno económico estuvo cargado de irregularidades sociales y un capitalismo perforado; al llegar al gobierno tras el golpe militarista del general Juan Velasco Alvarado, es donde se tiene una visión más amplia del reconociendo al lado “indigenista” y la política revolucionaria.

Si bien es cierto la estructura interna del Gobierno Peruano es estatista, para su época este comportamiento político era aún más exacerbado.

Con un discurso y políticas de atención que segmentaron a las clases sociales de la época, la política peruana tuvo que maniobrar, lo que para su momento, era una forma viable de integración social; el otorgar capacidad adquisitiva a un sector de la población el cual no estaba capacitado para poder distribuir, organizar, direccionar o administrar el factor monetario, fue una decisión que a futuro desencadenó una serie de conflictos sociales, dicha decisión se le conoció como la Reforma Agraria.

Expropiando enormes hectáreas de tierra fértil a los hacendados, el gobierno de la época priorizó la labor del indígena.

Hasta ese momento se reconoció al Estado y al mismo gobierno “velasquista” como eficiente, pero también, indirectamente se catalogó a este sector con el factor “necesidad y vulnerabilidad”, el cual debería tener la atención estatal desde puntos sociales y económicos.

La capacidad adquisitiva para la época, que tenía tintes revolucionarios, como lo habíamos mencionado, era un factor decisivo en el juicio de la clase social, encasillando al sector indígena, como un sector con necesidades y falencias en el mismo desarrollo socioeconómico.

Abrió así una mala concepción de este sector social y lo separó de la línea de sociedad igualitaria.

A esta visión, se le suman factores como, el idioma, las costumbres, la idiosincrasia y la cultura en general, que eran tan diferentes al sector social “republicano”, si bien es cierto el Perú es un país multiculturalista como la mayor parte de América Latina, la herencia de conquista y la implantación de la república focalizada, generaron que las diferencias sociales sean más notables cada vez.

Fragmentando la sociedad en dos partes enteramente opuestas, representadas, una por la herencia indigenista y la otra por el entorno republicano con tinte capitalista.

Esta percepción de la división social que se tuvo desde el siglo XIX y el siglo pasado, no tardó en ser objeto para la efervescencia política.

DESPUÉS DE RECONOCIDA LA SEGMENTACIÓN

El Estado Peruano fue víctima del conflicto armado interno más intenso que pudo vivirse en esta parte del globo, se expresaron alrededor de 70 mil víctimas, entre campesinos y figuras del orden por parte de grupos subversivos.

Así se generó el fenómeno que ahora, tres décadas después, pone en tela de juicio el futuro democrático del Perú.
Vemos en realce antagonista los dos polos sociales, por el entorno económico, la atención del estado con base a las políticas públicas que direccionan las ideologías y preferencias políticas, generando así la tendencia al conflicto.

Para 1990, el ambiente sociopolítico ya se notaba con matices y posiciones más firmes, con la elección del partido Cambio 90’ se propulsó el apoyo a la derecha presidencialista y la concepción aun del sector, “desatendido” y este no estaba del todo reconocido y factores como el terrorismo y la privatización de las empresas, incentivaron, satanizaron y dinamitaron la ideología de izquierda en el Perú.

En este gobierno, la poca representatividad de un sector olvidado, con políticas que no alcanzaron a solventar la mayor parte de necesidades que los mismos requerían y la ya heredada concepción de “clase vulnerable” dio el inicio a la protesta indígena, este surgimiento a su vez aceleró el proceso del posicionamiento de la ideología política en cuestión.

Fiel al contexto de la guerra fría, la bipolarización y la guerra propagandística. El Estado peruano lo asemeja en una escala de política doméstica con el proceso electoral actual.

LA BIPOLARIZACIÓN PERUANA

Se reconoció de forma histórica que nuestra nación estuvo plagada de desigualdades, brechas, divisiones, etc. Pero dentro de todo el aspecto controversial, siempre se pudo llegar a una forma de manejar el “statu quo” dentro del lineamiento de la eterna derecha conservadora.

Al menos esa percepción se tenía hasta el ascenso del profesor Pedro Castillo, quien ahora representa al partido Perú libre, que lideró en la primera vuelta con un 18.96% de votos, disputando con el partido de la Hija del expresidente Alberto Fujimori, Keiko Fujimori que quedó en una posición bastante resaltante con un 13.39%.

Todo el marco de la normatividad y los protocolos democráticos estarían bien, de no haber una contraposición bastante resaltante y es que el primer partido político, es de ideología comunista en praxis de izquierda y el otro es capitalista y de derecha, aquella derecha (que como mencionamos) intentó pacificar las alteraciones sociales siempre con la “ayuda” al sector opuesto, es decir la actual izquierda representada.

Aquí podemos precisar el panorama dentro de esta contraposición política que se tienen muchos aspectos a tratar, como son: la herencia de la desigualdad y la fragmentación social, la gran brecha económica, la ayuda y prejuicio eterno del individuo que requiere ayuda estatal, dentro de este grupo está, la protesta con aires corajudos por la parte del sentido insurgente y el racismo productos del estigma social que se heredó de la conquista.

Precisamos la bipolaridad desde puntos más notorios, como lo es el entorno social, la izquierda que si bien es cierto tiene la imagen de la herencia indígena, políticamente hablando su característica fue la protesta, protesta a causa de la poca atención estatal, centralismo y grupos de poder que solo manejaban intereses propios.

La derecha con el aire estatista y corto panorama de gobierno, inversión en calidad extranjera y adopción de estereotipos políticos externos, respuesta rápida por parte de la ubicación geográfica de la capital.

LAS DOS CARAS EN LAS ELECCIONES

La Izquierda, que en su mayoría (por no decir la totalidad) son representados por Pedro Castillo, quien maneja una imagen socialista y un discurso entonado al castro-chavismo, se ve en representación al sector con la herencia indigenista, este sustento lo ayudó a obtener la aceptación que gran parte del electorado buscaba, la representatividad política en una imagen simple y sencilla, un “outsider” de legado indígena, con perfiles sindicalistas y protestitas, con discursos reformistas y conglomerados socialistas.

Punto fidedigno del indigenismo y la Izquierda del país presente.

Por otro lado, la derecha, heredada del legado Fujimori no trastabilla con su pasado político, si bien es cierto la disminución de la pobreza y el alcance que dieron las políticas públicas ayudaron al sustento de la forma de gobierno conservador.

En las actuales elecciones las estrategias de gobierno descentralizador fueron fieles, con el mismo soporte político y el discurso de defensa ante las materias primas.

Esto alcanzó el porcentaje que apreciamos en la primera vuelta.

Lo que hoy nos llama a ponernos en un modo analítico, es el tipo de campaña que se está usando para la adquisición de votos. El encasillar a los grupos sociales, con capacidad económica y raza, entrelaza a la bipolaridad reconocida.

Como ya lo mencionamos al inicio, el factor económico en el análisis presente es importante, ya que la desigualdad económica, la herencia del mal manejo y distribución de la riqueza, fue y actualmente es uno de los principales factores de la desigualdad social.

Políticamente hablando la contra campaña ya usada en el proceso electoral, es bastante notoria y perjudicial para la identidad política peruana; cávese tildar a la concepción de la ideología política con aspectos racistas, no es propicio para un proceso democrático y menos para un país, que ya desde la historia estuvo subyugado a segmentarse económica y socialmente.

Ahora la ideología política forma parte de la zanja social que se está creando, por la defensa de los partidos políticos y el posicionamiento por su preferencia y representatividad.

La derecha costumbrista encaminada por Keiko Fujimori, ahora representada por el sector denominado (de forma políticamente correcta) como los “republicanos”, personas que comparten la ideología estatista y que tuvieron el panorama centrista.

Por otro lado, la campaña de la izquierda, quienes defienden la insurgencia sociopolítica y el reformismo, en muchos de sus aspectos es representado por el presidente Pedro Castillo.

La guerra propagandística si bien es cierto ayudó al desarrollo y agigantar los pasos en la ciencia y lineamientos sociales, pero cuando la propaganda no solo está plagada de diferencias raciales, sino también de políticas, llega a tener un concepto fisurado de la realidad, algo así como está viviendo nuestra política.

Ahora a más de 160 días del poder “castillista”, denotamos el siguiente síntoma, las diferencias políticas de carácter personal, dentro de los hacedores de la política legislativa en su mayoría. Desde que se instauró la unicameralidad en el Perú en 1993, tenemos en consideración la elección de nuestros representantes departamentales (congresistas) que fue uno de los manejos en materia de descentralización más ambiciosos hasta después del autogolpe (1992).

La opinión fehaciente de todo el Perú en el pleno del congreso, pero cabe resaltar el contexto nuestro ya antes explicado, pues en el actual desarrollo de los proyectos de ley, toma de decisiones dentro del pleno, y las discusiones parlamentarias, no se vio tal diferencia, un abismo ideológico y pragmático. Esta contraposición de ideas, dentro de la política y la resolución de conflictos, está bien, pero no el divisionismo insinuado por lo que, párrafos arriba, describimos.

Los rezagos de aquel abismo social dentro de nuestro Legislativo y Ejecutivo, son motivo de otro análisis.

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