Cultura

“¡Aquí están los Montesinos!”, entrevista a Feliciano Padilla

5 de marzo de 2021
Feliciano Padilla, escritor puneño-apurimeño.
Una novela de valor, honor y rebelión

“Alancho Montesinos seguía siendo tan fuerte como un toro de lidia, a pesar del tiempo y de la nostalgia que empezaban a convertirlo en un esclavo obseso del pasado. Había cumplido cincuenta y dos años y las canas empezaban a pintarse en su desgreñada cabellera y en su barba antes rubicunda”, son las primeras líneas de una novela histórica que narra la rebelión de los Montesinos, una saga entera que se levanta contra el centralismo limeño, en la Cotabambas, Apurímac, de las primeras décadas del siglo XX. Su autor, Feliciano Padilla Chalco (1944), escritor nacido en Lima, de padres apurimeños. Se reconoce como puneño por los cincuenta y un años que vive allá, pero para pagar cuentas al Apurímac de su infancia nos regala una historia de honor y valor. ¡Aquí están los Montesinos! (Lluvia Editores, 2020), es su novela recientemente presentada en nuestra ciudad y que tras el éxito de la segunda edición va por la tercera que ya entra a imprenta.

Por: Wilfredo Herencia Q.

– Para que el lector arequipeño pueda conocerlo más, diga, ¿quién es Feliciano Padilla? ¿Cuáles son sus sueños? ¿Sus miedos?

Soy narrador abanquino puneño que escribió hasta ahora unos 22 libros de cuentos y novelas, siendo las últimas: Amarillito, amarilleando, Calicanto, La poesía puneña, La Bahía, Cuentos de Verano, ¡Aquí están los Montesinos!, Diez Cuentos de un Verano Inolvidable. Además, soy exprofesor Principal de la Universidad Nacional del Altiplano, viajero empedernido, y un hombre cariñoso con su familia y sus amigos. Mi sueño es que siga leyendo y escribiendo y mi miedo es que algún día no pueda escribir.

Carátula del libro de Feliciano Padilla, bajo el sello de Lluvia Editores.

– ¿Cuándo y cómo fue su primer contacto con la literatura? ¿Alguna influencia?

El primer libro que leí con emoción fue Los Tres Mosqueteros, que me prestó mi amigo y vecino Milvio Casaverde, cuando tenía unos diez años, en Abancay. Después, la literatura española me llevó a escribir poesía imitando más o menos a aquellos clásicos. Debo mencionar que mi abuela Alfonsa Miranda influenció mucho en mi vocación, era gran narradora oral. Hablaba bien español y quechua, pero creía que los cuentos debían contarse solo en quechua. Se trataba de textos extraordinarios que no se ajustaban a la lógica racional, pero que tenían la capacidad de encender la imaginación de un niño como yo. Esos relatos mágico-maravillosos me atrapaban cerca del fogón de mi casa en Abancay.

– Usted cuenta la anécdota del poeta Luis Nieto, su maestro de aula, quien le aconsejó se dedicara a la narrativa, cuando debió decirle que sea poeta. ¿Qué le habría motivado tal consejo?

Que mi poesía era mala, eso me dijo Luis Nieto Miranda. Como había revisado, también, mis cuentos, me aconsejó: “mejor dedícate a la narrativa porque tu prosa es aceptable, pero, lee y estudia bastante. Eso no te dará la universidad, lee mucho por tu cuenta”.

– Habiendo nacido en Lima, usted se reclama como un escritor puneño–apurimeño. ¿Cómo resuelve esta dicotomía? ¿Hasta dónde lo puneño o lo apurimeño?

Mi nacimiento en Lima fue accidental, donde viví hasta los dos años. Soy hijo de migrantes apurimeños radicados en Lima. A partir de los dos años viví en los Andes, específicamente en Abancay. Después conocí la provincia de Grau donde mi padre tenía una mediana propiedad. Tenía siete años y aprendí el quechua. Estudié seis años en la Universidad Nacional San Abad del Cusco, es decir, un año más por lo del bachillerato y el título profesional. Vivo 52 años en Puno. Uno no es del lugar donde nace, sino, del lugar donde crecen sus raíces cognitivas, como la concepción del mundo, de la vida y la relación con la naturaleza.

– A la literatura que se publica fuera de Lima, la crítica capitalina lo tilda de “regional”, un eufemismo. ¿Qué puede decir al respecto?

Estaría bien si la literatura limeña fuera, también, literatura regional. Hoy la academia forjada en las Escuelas de Literatura de San Marcos, Villarreal, Pontificia Universidad Católica y la de la Universidad Nacional de San Agustín están trabajando para demostrar el carácter heterogéneo de la literatura peruana, siguiendo los postulados del maestro Antonio Cornejo Polar. No hago caso a los críticos oficiales u oficiosos de Lima. Ahora estoy más preocupado, en saber lo que se escribe en Cusco, Trujillo, Cajamarca, Piura o en Arequipa, donde tengo grandes amigos como José Gabriel Valdivia, Goyo Santillana, Soledad Maldonado, Rosa Núñez, Juan Alberto Osorio, Willard Díaz, y Tito Cáceres Cuadros.

Primera y segunda edición de la novela de Feliciano Padilla.

– ¡Aquí están los Montesinos!, es el libro que nos convoca. Es la segunda edición después de casi quince años. Hay algunos cambios. ¿Qué lo obligó?

Ha variado solo el formato, es decir, le he puesto título a cada capítulo para que el lector no se pierda por la muda de tiempo y las narraciones fragmentadas que están unidas por vasos comunicantes. Me acordé de El sonido de la Furia, de William Faulkner, que cada capítulo está separado por fechas, de manera que uno puede leer la novela siguiendo las fechas o leyéndola como está escrito. El texto de la primera edición no ha cambiado, quizá corrección de alguna falta ortográfica o marcas de pausa, nada más.

Su novela se nutre de hechos reales, que sucedieron. Siendo ella una narración ficcional, ¿cómo trabajó para no terminar escribiendo un texto de historia?

Fabulando la realidad, convirtiendo la verdad en ficción, en objeto literario. Seguramente la obra tiene un 20 % de realidad y un 80 % de agregados literarios.

– ¿Cómo le gustaría que recuerden esta novela, como épica, histórica o política?

Como una novela histórica. El aspecto histórico de por sí contiene ideología política y, sobre todo, el contexto.

– La gesta de los Montesinos es un pretexto para revelar una realidad que se confronta históricamente en el Perú posthispano, el poder regional vs. poder limeño, donde el segundo casi siempre gana. ¿Cómo ve el devenir de nuestro país en momentos que se habla, se cuestiona y se festeja el bicentenario de nuestra independencia, con este problema aún no resuelto?

La rebelión armada de los Montesinos nos lleva a denunciar a ese Perú que aún padece de un perverso centralismo a pesar de la creación de las regiones. Los gobernadores regionales no son más que ejecutores de las decisiones de Lima. Cumplen funciones burocráticas más que ejecutivas. Las regiones para cualquier cosa tienen que coordinar con Lima donde están los presupuestos. Y el presupuesto para una obra sale si dejas una tajada, un diezmo, como ha sido demostrado por los hechos. En el bicentenario debemos celebrar a nuestros héroes como Túpac Amaru y las decenas de héroes que lucharon por la libertad y la justicia social. Los criollos que fundaron esta republiqueta no abolieron la feudalidad y el colonialismo. El neocolonialismo económico, político, social y mental sigue siendo nuestro principal problema.

– ¿Puede intentar la descripción del Perú andino o, más exactamente, de ese microcosmo llamado Cotabambas en los días que los Montesinos enfrentaban al centralismo limeño?

El Perú andino siempre ha sido olvidado, discriminado desde el inicio de la República hasta ahora. La situación era peor en el tiempo de los Montesinos. El Estado no llegaba hasta esos lugares recónditos, sin escuelas ni hospitales, sin servicio eléctrico ni de agua, pero, su riqueza mineral era explotada por empresas extranjeras avaladas por el Estado. Sus autoridades, locales, provinciales y departamentales eran nombrados en Lima. No solo eso, sino sus diputados y senadores. No se olvide que Rafael Grau fue diputado por Cotabambas, sin conocerlo, durante doce años, de 1905 a 1917, hablamos de tres períodos.

– La saga de los Montesinos se inicia con Alejandrino, congresista vitalicio nombrado por el mismo Bolívar. Realmente era una familia con poder e influencia en su zona. Los estudiosos suelen llamar “caciques provincianos” a estas familias. ¿Es exacta esta denominación?

En las primeras décadas del siglo XX el Perú era una sociedad feudal. Se imponía la aristocracia limeña formada por oligarcas que hacían recordar a los señores feudales, y estaban sobre los hacendados provincianos a quienes llamaban despectivamente caciques provincianos, que sólo debían obedecerlos en los aspectos políticos, económicos, sociales y culturales. Cotabambas era una provincia ubicada en la cordillera, por tanto, olvidada y discriminada. Ante el abuso del centralismo con el nombramiento sucesivo de Rafael Grau Cabero, hijo de nuestro héroe Miguel Grau, como diputado, los Montesinos creyeron que esta injusticia había llegado a su límite y se enfrentaron ellos, junto a otros hacendados de la provincia, contra el centralismo. En la refriega de Palqaro muere Rafael. Desde el Estado se declara a Rafael Grau como héroe de la democracia y a los Montesinos como traidores de la patria, asesinos y abigeos, lo cual da pie a una persecución sangrienta, que poco a poco terminó con la vida de todos los Montesinos.

Padilla junto al escritor Oswaldo Reynoso.

– Un crítico dice que la narración de su novela no es imparcial y que se siente el deseo deliberado de engrandecer y celebrar a la aristocracia andina. ¿Un escritor, puede o debe ser imparcial?

Un escritor debe ser imparcial. Las cosas sucedieron como lo estoy contando en la novela. Yo hubiera querido que el levantamiento terminara con una prolongación de la rebelión, esta vez, protagonizado por los campesinos en contra de sus patrones. El campesinado cotabambino no tenía el nivel político necesario, ni había condiciones para ello La alianza con los Montesinos fue por honor, porque igual venían los soldados y se llevaban a los campesinos jóvenes, amarrados como bestias, para que sirvan en sus ejércitos o para la conscripción vial, que era un trabajo gratuito en la construcción de carreteras.

– Libras una lucha diaria contra dos males, sin embargo, la vitalidad por la escritura parece no estar mellada. No te asusta la muerte. Hasta has declarado que tienes un pacto con ella. ¿Qué significa para ti la muerte?

Soy consciente que la existencia es finita. Conozco a la muerte y se diría que mantengo cierta amistad con ella. Tenemos un acuerdo: Ella no me persigue ni yo le temo, pero, el día que nos encontremos nos iremos por el camino, agarrados de la mano, como dos viejos amantes.

– Algún mensaje o consejo sobre el oficio para los jóvenes escritores que están tras sus pasos…

Les digo que sí están haciendo narrativa cuiden el lenguaje que es la materia prima con la que trabajamos, lean bastante para aprender morfosintaxis y normas gramaticales y, especialmente, las estructuras. La regla es: revisar, revisar y seguir revisando hasta que estés conforme y guste a tus amigos.

“Sin ser chovinista, siempre he tenido muy clara mi arequipeñidad”
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