Columna

La verdad en tiempos de Willax

18 de marzo de 2021
Foto: Beto Ortiz

Por Carlos J. Ylla Quenaya

Willax, canal de televisión producido por Corporación EW del empresario Erasmo Wong, ha adquirido notoriedad desde hace algunos meses. Universidades, periodistas, nuestro gobierno y hasta el de Chile han dedicado tiempo a desmentir los bulos emitidos en sus programas. A pesar de esto, la influencia que tiene en algunos sectores de la población nos invita a reflexionar sobre la labor del periodismo en nuestro país y su relación con la posverdad.

La posverdad, según la RAE, es la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Este fenómeno no es reciente, sin embargo, se expande con mayor rapidez con el surgimiento de las redes sociales. La información que recibimos en la actualidad ya no es producida únicamente por los medios de comunicación tradicionales. Lo que ha generado que la sociedad no necesite ver televisión, escuchar radio o leer diarios para recibir noticias, hoy basta con tener redes sociales. Cualquier persona asume el rol del periodista y se convierte en productor de información, por lo tanto, la verificación de los datos ya no es un rasgo de quienes difunden noticias. La búsqueda de la verdad no es una preocupación de la sociedad actual.

En este contexto, Willax se fortalece y se convierte en un medio con mayor influencia. Veamos algunas de sus paparruchas.

Luego de las marchas del 14N, a través del programa “Rey con Barba” se difundieron fotos de las supuestas armas que utilizaron los manifestantes para atacar a la policía. Se buscó las fotos y estas pertenecían a una noticia del 2019 en Chile.

A fines de febrero, en un reportaje del programa de Beto Ortiz se anunció que realizando un viaje de turismo a Chile se podía recibir la vacuna completamente gratis. Sin embargo, el propio Gobierno de Chile lo desmintió.

El caso más reciente fue la afirmación de Ernesto Bustamante (candidato fujimorista al congreso) y Beto Ortiz de que las vacunas (de Beijing y Wuhan) de Sinopharm no tenían eficacia contra el coronavirus, es más, que eran solo agua. El gobierno y la Universidad Cayetano Heredia salieron a desmentirlos.

No obstante, la desinformación no es exclusiva de Willax. No olvidemos que en julio del año pasado un falso científico llamado Jorge Cuyubamba logró pasearse por distintos medios dando entrevistas sobre su participación en el supuesto hallazgo de una vacuna para todas las enfermedades y hasta anunció la aparición de un nuevo COVID 20. Pasó por CNN, Latina, América Televisión, ATV, RPP, Andina y Ojo ante la mirada ingenua de sus periodistas.

A pesar de la falsedad e inconsistencia de estas noticias, encontraron y encuentran credibilidad en la población. ¿Cómo es posible? En la era de la posverdad, al consumidor le basta con que la información que haya recibido satisfaga sus expectativas para confiar en ella, los hechos no importan, a esto se le llama sesgo de confirmación. El cerebro recibe placer cuando una noticia afirma sus creencias y dolor cuando las refuta. Por eso, a pesar de que se demuestra con evidencias lo erróneo de los datos, se rechazan los hechos y se defiende con vehemencia el bulo. La defensa no es a la noticia en sí, sino lo que hay detrás de esta: el sistema de creencias del sujeto, su ideología. Sin duda, la ausencia de pensamiento crítico se convierte en un terreno fértil para la posverdad.

Entonces, podemos comprender por qué Willax es la alternativa de algunos sectores de la población. Ha logrado validar diferentes discursos de nuestra sociedad. Antivacunas, conspiranoicos, ultraconservadores, etc. se ven representados en este canal de televisión que no pretende hacer periodismo, sino legitimar discursos de odio y exponer una propuesta política que, como hemos visto, se materializa en candidatos específicos. No es un medio de oposición como dice ser, es la caricatura de los medios de comunicación tradicionales que de por sí ya se mostraban parciales a la narrativa hegemónica.

Ante esta crisis de credibilidad la labor del periodista se vuelve imprescindible, exclusivamente la de aquellos que no han olvidado que la ética es inherente a su profesión.

“A mí no me tiembla la mano”
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