Columna

La COVID-19 contra el Perú

21 de febrero de 2021

Por: Manuel A. Paz y Miño, Lic. en Filosofía (UNMSM) y Mag. en Ética Aplicada (Universidad de Linköping, Suecia).

Ante la presente crisis mundial de la pandemia de la enfermedad de la COVID-19 producida por el virus SARS-CoV-2, ya han muerto a la fecha casi dos millones doscientos mil personas alrededor del globo y en el Perú cerca a 42 mil, según el Ministerio de Salud.

Las pandemias no son algo nuevo para nuestra especie, se han registrado una diversidad a lo largo de la historia, siendo la más letal del siglo anterior la de la llamada gripe “española” (1918 – 1920) que ocasionó no menos de 50 millones de muertos alrededor del planeta.

No obstante, en pleno siglo XXI, con el predominio de la globalización económica e informática y el capitalismo mundial, la humanidad continúa estremeciéndose ante este enemigo invisible a nuestros ojos desnudos como es el coronavirus.

Se han descubierto a la fecha tres variantes de este coronavirus: la brasileña, la sudafricana y la británica con cambios en los síntomas, las edades de los infectados, la rapidez en su propagación, etc. Y ya se están aplicando 7 vacunas para prevenir el covid-19: una estadounidense-alemana una británica, una estadounidense, dos chinas, una rusa y una hindú. Un laboratorio veterinario estuvo  intentando crear una vacuna peruana y logró resultados positivos en animales.

El anterior presidente Vizcarra y el actual de Sagasti ordenaron cuarentenas como medidas preventivas de contagio además de otorgar bonos económicos a los más necesitados que, en la práctica resultaron y resultan insuficientes tanto en cantidad de dinero como de beneficiarios además de favorecer equivocadamente a algunos que no los necesitaban o necesitan debido a sus ingresos económicos reales.

El gobierno planificó 3 fases para la aplicación de la vacuna contra el covid-19. La primera ya empezó con la llegada del primer lote de 300 mil vacunas del laboratorio chino Sinopharm contra el covid-19 para el personal de salud pública y privada de cuidados intensivos. El segundo lote, de 700 mil, será para los miembros de las fuerzas policiales y militares, bomberos, personal de limpieza y serenazgo, estudiantes de medicina y miembros de mesas de elecciones. En la segunda fase recién están comprendidos los mayores de 60 años, que son los de mayor riesgo de contagio, los que padecen enfermedades asociadas, los nativos, el personal del INPE y los presos, y en la tercera, los que tienen entre 18 y 59 años.

La compra de las vacunas se retrasó debido a la crisis política que nos llevó a tener 3 presidentes de la República en 2 semanas, y no su negociación no resultó buena: se adquirieron las carísimas vacunas chinas de Sinopharm a 75 dólares la dosis y con una eficacia del 79%, y no las del laboratorio estadounidense-alemán Pfizer/BioNTech con un costo de 12 y éxito del 95%.

Las cuarentenas han confinado obligatoriamente a la población en sus hogares, han semi paralizado la economía nacional, mayoritariamente informal, con pérdidas de trabajo y aumento, por ende, del desempleo, afectando a la pequeña y mediana empresa, quebrando y cerrando negocios, pero no a las grandes que incluso recibieron dinero de las arcas públicas; así, se ha provocado una caída en el consumo y la producción pero ciertamente no del hambre. han limitado la enseñanza escolar, especialmente en las zonas rurales y más pobres carentes de la tecnología y los recursos necesarios para su aprendizaje virtual; han implantado el miedo a la población; la represión contra sus infractores; y no han evitado a pesar de buscar prevenir, con el confinamiento de la gente, el contagio del covid-19, que haya más infectados y fallecidos lo que ha evidenciado el gran abandono de las instalaciones e implementos de los hospitales estatales, la presencia de la corrupción en la compra de medicamentos y equipos, o peor aún, su robo, y la falta de una política preventiva de salud pública a nivel nacional.

El aumento del número de infectados y la carencia de camas UCI, balones de oxígeno medicinal y personal de salud suficientes para atenderlos ha hecho que el Colegio Médico del Perú pida que se declare el estado de desastre nacional, el INDECI se haga cargo de los recursos existentes a nivel nacional y que el Ejército tome control de las calles para el cumplimiento de la actual cuarentena.

Sin embargo, lo peor de esta pandemia quizá no sea la agonizante y desesperante muerte que produce, sino el terror de pensar que cualquiera puede infectarse con el covid-19 y sufrir tal fin. Y para tratar de amenguar el miedo al contagio muchos no solo recurren a los rezos sino también a cualquier remedio casero, tradicional o incluso farmacológico aunque no haya evidencias de su efectividad.

Y, como en todo estado de emergencia –como los que se dan en otros desastres debido a la naturaleza como terremotos, tornados, tsunamis, sequías, etc. o incluso a la mano del hombre como las guerras– hay quienes se han aprovechado de la situación de dolor, temor y desesperación de su prójimo para lucrar rápidamente y mucho más de lo debido. En situaciones como estás de emergencia nacional, surge lo mejor de los seres humano: la empatía, el coraje y la solidaridad, pero también lo peor de sus bajas pasiones: el egoísmo, el terror y codicia.

Está pandemia nos ha hecho reflexionar a muchos de nosotros como personas, cabezas de familia, trabajadores y/o ciudadanos de cómo hemos valorado el uso del irrecuperable tiempo, la vida ajena y la propia, la naturaleza y las cosas necesarias e innecesarias para nuestra existencia. Normalmente hemos vivido ilusoriamente como si la muerte estuviera lejana y fuera de la casa, creyéndonos dueños inmortales de nuestras posesiones y que ir tras la acumulación del dinero y lo material no indispensable, la obtención del placer o la toma del poder efímeros eran las metas más valiosas a las cuales podíamos aspirar.

Pero también el virus del covid-19 nos ha obligado a ver la realidad de la cual formamos parte,   una nación de “todas las sangres”, con una gran herencia cultural, una gran variedad de flora, fauna, minerales, recursos hídricos, etc., nos ha mostrado crudamente cómo funciona a nivel social, económico y político nuestra sociedad, una con una amplia gama de leyes y normas que muchas veces no se cumplen, un país rico en recursos naturales y humanos pero muy pobre en tecnología propia, con una educación escolar gratuita pero limitada para las mayorías y una pagada más completa para una minoría, con algunas universidades o que son privadas y elitistas y preparan a los que están copando desde hace décadas los puestos burocráticos de las instituciones más importantes del país, o que son públicas y están dirigidas por mediocres de espaldas a su realidad circundante o peor, émulos de señores feudales o mafiosos que usan sus altos cargos para obtener botín y a la vez con gente subordinada pero muy capaz de hacer grandes logros que ante las presentes circunstancias puede plasmar sus ideas y desplegar su inventiva en beneficio de los demás.

Por otro lado, es evidente y claro que ha habido un crecimiento económico en el Perú durante los últimos 30 años, producto de las políticas neoliberales pero eso no significa que haya habido una justa redistribución de la riqueza: hay más ricos y los que ya lo eran lo son cada vez más y hay aún gente extremadamente pobre.

En nombre del neoliberalismo y la globalización económica, se vendieron y remataron casi todas las empresas públicas, se perdieron derechos laborales para facilitar la inversión privada, se permitió la injerencia extranjera en zonas estratégicas del país, el Estado dejó de recaudar tributos a grandes trasnacionales en complicidad pasiva de los gobiernos de turno de los últimos lustros, simultáneamente se produjo negligencia y abandono contra los más débiles de la población, los sectores públicos de salud y educación fueron descuidados, creció la corrupción, no se desarrolló tecnología nacional ni se crearon las industrias necesarias, etc. Es claro que todas las llamadas políticas neoliberales que se han implementado e implantado en el país desde hace 6 lustros han apuntado al favorecimiento de los que más tienen. Así que no es novedad su actuar.

Todo lo anterior nos demuestra que no hemos instaurado con éxito, en toda nuestra historia republicana, un proyecto nacional que nos haga salir del atraso y la desigualdad social.

En definitiva, sin un proyecto nacional de real desarrollo de la economía, la salud, la educación, la ciencia y la tecnología, nuestro país está condenado a seguir siendo uno de mera producción extractiva de sus productos naturales y no de fabricación de productos tecnológicos, a ser un eterno deudor de los préstamos internacionales y a acatar no solo los dictados de la potencia predominante en nuestro continente sino también ahora de las trasnacionales que explotan a  nuestro país y, al menos por ahora, y a ser una nación dividida entre quienes viven en Lima, la capital del Perú, y los que viven fuera de ella y que son la mayoría. Pero compete a los peruanos amantes de su patria y conscientes de las necesidades del país a participar en pro de la creación, implementación y ejecución de tal proyecto que nos lleve finalmente a ser un Estado plurinacional realmente moderno y equitativo para bienestar de todos sus habitantes.

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