Columna

¿Por qué el SARS-CoV-2 tiene más probabilidades de ser de origen natural?

20 de febrero de 2021

Por: Julio Menéndez

Las vacunas de Sinopharm acaban de llegar y las campañas de vacunación ya han empezado en nuestro país. No obstante, hasta la fecha aun quedan muchas dudas sueltas sobre el origen del virus.

Aunque parezca que ha pasado mucho tiempo, fue apenas en el mes de julio del año pasado que la viróloga china Li-Meng Yan dio una serie de entrevistas para la cadena Fox News indicando que estaba siendo perseguida por el Partido Comunista Chino (PCC) por intentar revelar la verdad al mundo: «el virus había sido creado por el PCC y se había escapado del laboratorio». Inclusive ya antes de sus declaraciones, en el mes de abril el Nobel de Medicina 2008, el virólogo francés Luc Montagnier, también indicó en el canal francés CNews que «ha habido una manipulación del virus (…) al que se han agregado secuencias de VIH».

En suma, podría parecer que, si nos lo dicen dos virólogos, entonces debe de ser cierto. Pero aquí caemos en una falacia del tipo argumentum ad verecundiam o argumento de autoridad, porque estaríamos defendiendo algo como verdadero solo porque lo dicen dos personas con autoridad en el tema; sin embargo, las afirmaciones o argumentos deben de ser contrastados con las evidencias científicas para verificar su veracidad y no por quién lo dice.

Aquí pues, el objetivo es presentarle al lector una forma distinta de concebir el origen del virus desde una perspectiva científica. Desde ya doy un pequeño spoiler: el virus tiene muchas más probabilidades —realmente muchas muchas más— de ser de origen natural que artificial.

Para comenzar, «si la manipulación genética hubiera tenido lugar, uno de los muchos sistemas de genética inversa disponibles para betacoronavirus habría sido utilizado. Sin embargo, los datos genéticos demuestran irrefutablemente que el SARS-CoV-2 no es un derivado de ningún esqueleto de virus utilizado anteriormente», es lo que dice un estudio publicado en Nature medicine en marzo del 2020.

Al mismo tiempo, ya desde el año 2014 se sabía que aplicar los sistemas de genética inversa en coronavirus era bastante complicado dado el largo tamaño del genoma y su inestabilidad durante la propagación. Inclusive el estudio que confirmó ello hizo una breve revisión de todos los sistemas disponibles prestando especial atención a los SARS-CoV.

Si alguien quisiera empezar a crear el virus, tendría que iniciar de alguna forma por una base, y esa sería el SARS-CoV-1, no por nada el Covid-19 surge del SARS-CoV-2; pero el porcentaje de similitud entre estos dos es del 79.5%. Según varios expertos en virología, tratar de modificar más del 10% del genoma de un virus es ineficiente, sino imposible.

Bien, entonces debieron de empezar de una base mucho más cercana. El virus del murciélago Rhinolophus affinis, RaTG13, tiene un 96% de similitud con el virus pandémico. Aunque ese 4% pueda parecer poca cosa, en realidad es un porcentaje muy alto, y la secuencia genómica del SARS-CoV-2 tiene pedacitos sueltos por todas partes, propio de la selección natural. A parte de ello, existen fuertes evidencias de que esos aminoácidos insertados, en los sitios S1 y S2 de la proteína S del virus, pueden darse de forma completamente natural, sin que medie ningún ser humano.

Entonces, queda preguntarnos de qué forma podría el virus haber saltado de los murciélagos a los humanos si la diferencia es tan alta; y es allí donde entran a tallar un conjunto de datos que son muy importantes de considerar; pero antes es menester introducir un término para entrar en contexto: las enfermedades zoonóticas.

Una enfermedad zoonótica es una patología causada por virus, bacterias, parásitos, y fungi, cuyos hospedadores originales eran animales y luego saltaron a los humanos. Aquí comparto el nombre de algunas enfermedades de ese tipo: el VIH, la malaria, el dengue, la rabia, el ébola, el SARS, el MERS, la gripe aviar, la salmonella, etc. Todas estas enfermedades circulaban únicamente entre especies animales de aves, perros, murciélagos, etc., pero en algún momento se esparcieron por los humanos.

Si es que lo anterior parece de ciencia ficción, déjame informarte de una investigación del año 2008 en la que se descubrió que, entre 1999 y 2006, al menos 15 chimpances Tai habían muerto de 2 virus humanos: el virus sincitial respiratorio humano y el metapneumovirus humano. En otras palabras, 15 simios sucumbieron ante enfermedades humanas.

En marzo del año pasado, 4 tigres y 3 leones de Nueva York también contrajeron el virus del Covid-19 y actualmente Corea del Sur está ofreciendo tests para las mascotas luego de que un gato doméstico diera positivo para la enfermedad el pasado 24 de enero de este año. Hasta hay alarmas sobre la vulnerabilidad de mamíferos marinos ante el virus, ya que, gracias a nuestro sistema de desagües, el virus puede llegar a los océanos y, aunque sea muy sorprendente, contagiar a ballenas, focas y delfines. La transmisión de una enfermedad humana a otras especies animales se llama zooantroponosis; la de un animal al humano, zoonosis.

En números, el 60% de las infecciones conocidas son de origen zoonótico y el 75% de las infecciones emergentes son zoonóticas también. Por otro lado, de los aproximadamente 320´000 virus de mamíferos con potencial zoonótico, solo se han descrito con detalle unos 5´000 hasta setiembre del 2015 (¡menos del 1.56%!). Y, para rematar, la virología tiene muchos problemas actuales por el reducido financiamiento, el incremento de regulaciones, los experimentos polémicos, y un movimiento intelectual anti-ciencia.

Pero ¿por qué los virus de los animales están saltando cada vez más hacia los humanos?

Aquí te doy una respuesta parcial: «los cambios de uso de suelo más comunes relacionados a la transmisión de enfermedades zoonóticas fueron la deforestación, fragmentación de bosques, fragmentación de hábitats, desarrollo agrícola, irrigación agrícola, urbanización y sub-urbanización» según una publicación en PubMed. Es mucho más probable que las enfermedades salten de ecosistemas que son manejados por humanos y cito tal cual lo que el estudio publicado en Nature dice:

«Nosotros mostramos que las especies de mamíferos que albergan más patógenos en general (ya sean compartidos por humanos o no) tienen más probabilidades de aparecer en ecosistemas manejados por humanos, sugiriendo que estas tendencias pueden ser mediadas por rasgos ecológicos o históricos que influyen tanto en el estado del hospedador como en su tolerancia a la perturbación humana. Nuestros resultados sugieren que los cambios globales en el modo y la intensidad del uso del suelo están creando interfaces peligrosas de expansión entre las personas, ganado y reservorios silvestres de enfermedades zoonóticas».

En otras palabras, nuestra «excelente» y «amigable» relación con la naturaleza (10/10) hace que seamos más propensos a contraer este tipo de enfermedades y, obvio, ¿crees que los animales no se enferman?, ¿qué pasaría si te comes uno en ese estado o si algún chimpancé estornuda cerca a ti? ¿Quién te mandó a meterte hasta las profundidades de la selva para destruir su hábitat?

Con esta breve introducción, podemos empezar a comprender por qué el SARS-CoV-2 tiene muchas más probabilidades de ser de origen natural o animal, en lugar de ser artificial

También espero haber contribuido a que el lector despierte interés por investigar sobre las enfermedades zoonóticas, la zooantroponosis, y cómo la deforestación, fragmentación de hábitats, y otros problemas como el cambio climático, contribuyen a que seamos cada vez más vulnerables a enfermedades con potencial pandémico.

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